Por: Célula "Aleksandra Kollontai".
Al dirigir nuestra atención al campo de la ciencia en México podemos darnos cuenta que en los últimos años ha incrementado su participación en el ejercicio de la ciencia mundial en cuanto al número de artículos científicos publicados por investigadores mexicanos. Sin embargo, qué tanto este incremento se ha traducido en contenidos relevantes, ya que, según el Impacto Relativo al Mundo (IRM), o sea la importancia que brinda la comunidad académica mundial a la producción científica de un país, México se ubica en el lugar 33, de los 34 países de la Organización Económica para la Cooperación y el Desarrollo (OECD). Habría que considerar también si esa importancia que se atribuye se expresa con relación a las necesidades de la humanidad o si solamente indica la importancia que tiene para la clase burguesa.
Si bien de una manera general se opina que la falta de recursos monetarios y de tiempo es la principal traba para el desarrollo científico en el país, en este artículo nos centramos en cómo estas problemáticas afectan principalmente a la participación de la mujer en la ciencia y cómo sus condiciones particulares crean una gran brecha en comparación con sus compañeros hombres.
Según datos del último Censo (2020), México tiene una población de 126 millones 14,024 habitantes, de los cuales 64.5 millones son mujeres; es decir, un 51.2%. En lo que respecta al número de personas dedicadas a la investigación registradas en el SNI, este era de 28,630, de las cuales 10,683 eran mujeres; es decir, un 37%. De esta manera, tenemos que, de la población total, aproximadamente un 0.02% se dedica a la investigación, y del total de la población femenina, un 0.01% se dedica a esta misma actividad. Estos datos reflejan asimismo la falta de acceso a un derecho básico como lo es la educación: en nuestro país el 39.1% de las mujeres 3 a 29 años no asiste a la escuela, y en el caso de los varones, un 38.2%, según datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 2018.
Una vez las mujeres se han insertado en el campo laboral las complicaciones solo aumentan. Entre las principales trabas con las que las investigadoras se topan al desarrollarse en la ciencia son la carga académica excesiva, el cargarse de su trabajo estable al mismo tiempo que de labores económicas, falta de tiempo para hacer ciencia, falta de capacitación técnica y muchas otras razones que disminuyen su tiempo o apoyo por partes de las instituciones para poder desarrollar investigación. Esto comienza desde que están atadas con doble o triple carga del hogar. Trabajo no remunerado que no ve solución en un sistema que sólo da la opción de obligar a la madre o a los dos tutores a trabajar y tener que pagarle a alguien el cuidado de este. El modo de frenar esta problemática exige que el monótono trabajo doméstico pase a ser un trabajo social.
Esta falta de soluciones a la mujer proletaria se refleja en su desempeño. Por ejemplo, para publicar artículos, enfrentan problemas por: acoso por parte de funcionarios y otros investigadores, falta de voto en ediciones, limitaciones familiares, falta de apoyo en gestación y para la defensa de derechos laborales.
Bajo el capitalismo, independientemente de si hay mayor o menor “intervención estatal”, las mujeres en cuanto a fuerza de trabajo siempre están en desventaja, pues el embarazo y la maternidad representan para el capitalista una reducción en sus ganancias, debido a los permisos de maternidad y otros cuidados relacionados con el parto y la crianza. En parte, por ello a las mujeres se les considera como mano de obra “menos confiable”. No podría ser de otra forma si la propiedad de los medios de producción es privada y el proceso productivo responde a la búsqueda de la máxima ganancia para el dueño (sea este individual o colectivo). La maternidad es para el capitalista un mal cuyos efectos busca disminuir al mínimo, ya sea pagando salarios menores a las trabajadoras mujeres o despidiéndolas durante el embarazo. Cuando el Estado es el empleador, como en el caso de la investigación con fondos públicos, la situación no cambia sustancialmente debido al carácter capitalista del mismo, pues la maternidad se sigue considerando un asunto que concierne tan sólo a la trabajadora en lo individual, quien debe arreglárselas por su cuenta para desempeñar sus labores profesionales junto con sus labores de madre.
Si bien se puede trabajar en eliminar los estereotipos de género y que se le reconozca por igual a mujeres y a varones tanto para el acceso a puestos de trabajo, como en el otorgamiento de reconocimientos y remuneraciones, lo cierto es que en la misma estructura del capitalismo continuamente se promueve este tipo de obstáculos. Por lo tanto, no es suficiente con el reconocimiento, es necesario construir las bases para que la igualdad de oportunidades constituya una realidad objetiva.
Y es que a pesar de que se muestra que en el sistema capitalista hay esfuerzos considerables que realizan diversos países como México a través de políticas e implementación de la perspectiva de género en instituciones durante los últimos decenios con miras a reducir la brecha entre géneros en lo relativo a la enseñanza de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM), la realidad es que no se les quita de los hombros a las mujeres las diversas labores y compromisos que les impiden un pleno desarrollo como generadoras de ciencia, cuándo aún persisten grandes desigualdades. Las condiciones dadas en un sistema capitalista orillarán a elegir a sectores de mujeres burguesas dedicadas a la ciencia, así como a las de sectores populares que logren conseguir un espacio o resaltar en la ciencia que les permita una remuneración alta, entre una preparación académica completa donde vestirán todo su tiempo y recurso económico o el desenvolvimiento personal en tiempo recreativo o el disfrutar de ver de primera mano la crianza de sus hijos. Mientras que el sector de mujeres proletarias desde sus primeros años de vida verá todo tipo de impedimentos para su educación, donde se terminará priorizando la crianza de nueva mano de obra.
Como suma de esto, estas dificultades mencionadas las enfrentan desde muy jóvenes, lo que les complica terminar sus estudios desde antes de terminar una licenciatura, lo cual imposibilita aún más su participación, así como también México presenta un gran rezago en la difusión de la ciencia a comparación de otros países, donde a las mujeres principalmente se les complica reconocerse como posibles científicas. Esta serie de elementos y carencias no permiten llevar a cabo las labores de investigación y difusión de la ciencia en forma adecuada.
En el socialismo, no hay ninguna contradicción entre los intereses del Estado y los de los dueños de los medios de producción, es decir, la clase trabajadora, pues tanto el Estado como los medios de producción pertenecen al proletariado en su conjunto y son los intereses de ésta los que dirigen a uno y otros.
Ilustrativas pruebas de esto las dan los países donde hubo un proceso de construcción del socialismo. Las responsabilidades familiares interferían mucho menos debido a que el Estado había socializado muchas de las tareas domésticas que las mujeres cargan sobre sus hombros en todo país capitalista. A este fin servían guarderías y estancias infantiles públicas, lavanderías públicas y cafeterías públicas, así como una extensa red de sanatorios para la población mayor.
No es casualidad que las ex-repúblicas Soviéticas en Europa del Este tengan los índices más altos de participación femenina en la ciencia, como un legado de las conquistas conseguidas en el socialismo que se mantiene a pesar del retroceso que ha significado la vuelta al capitalismo. En Lituania, del total de la población dedicada a la ciencia y la ingeniería un 57% son mujeres; en Letonia y Bulgaria, un 52%.
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