Por Neftalí Ricardo[i]
Suele pensarse que la agricultura se encuentra en una posición paralela al capitalismo, que no está sujeta a las leyes generales del desarrollo. Se suele pensar que el problema agrario no es el resultado de las contradicciones que existen en el capitalismo, sino que responde a un fenómeno de corrupción o de mala gestión gubernamental. Incluso se llega a pensar que la agricultura por sí misma es anticapitalista.
Lo cierto es que la agricultura no es ajena al capitalismo y si bien, esta mantiene formas ancestrales, como la siembra de milpa, el capitalismo busca exterminar esas viejas formas para suplirlas por las relaciones de producción capitalistas, es decir, la agricultura capitalista.
Para dar pasos firmes en el desarrollo de la agricultura capitalista en nuestro país, se han generado 3 factores fundamentales para transformar su forma: 1) La transformación de la propiedad de la tierra, 2) los subsidios, créditos y contratos en la agricultura y 3) el desarrollo de la agroindustria.
La transformación de la propiedad de la tierra.
El despojo de tierras es un fenómeno constante en el capitalismo actual, sin embargo, este no hay que entenderlo en abstracto, es decir, no hay que entender la tierra sólo como un ente, sino como un medio de producción a través del cual los seres humanos subsisten. Despojar a una o un campesino de la tierra es despojarlo de su medio de producción, es proletarizarlo.
Una vez despojado de su medio de producción las y los campesinos sólo tienen su fuerza de trabajo que deben vender a través del trabajo asalariado para sobrevivir. En este sentido, las y los campesino tiene opciones limitadas, una de ellas es migrar a las ciudades en busca de trabajo, otra es el trabajo por jornal, es decir que siguen siendo campesinos pero no de su propia tierra; una más es trabajar en granjas industriales, principalmente de cerdo y aves.
Generalmente el despojo de la tierra suele hacerse más visible cuando este sirve para el desarrollo inmobiliario o cuando existen proyectos que alzan sobre el suelo infraestructura. Sin embargo, hay que entender el despojo de tierra justo como lo que es, el despojo de los medios de producción de las y los campesinos para dar paso a la agricultura capitalista.
Muchas veces el despojo de la tierra comienza con la semiproletarización de las y los campesinos, es decir, cuando debido al bajo rendimiento del campo estos migran a trabajar por jornal en algún rancho, cuando empiezan a trabajar en granjas industriales o cuando migran a trabajar a las ciudades como Mérida o la Riviera Maya en el caso de la península de Yucatán.
En este caso, aunque aún tengan tierra, el producto de esta no es suficiente para su supervivencia, ya sea por los precios bajos de los cultivos, por algún fenómeno climatológico que afecta la cosecha o porque los precios de la canasta básica aumentan a un ritmo más acelerado que los precios de los cultivos.
Subsidios y créditos
Para que la agricultura se transforme en agricultura capitalista, es necesario que esta transforme su contenido, es decir, que pase de ser agricultura que satisface las necesidades humanas, cuyo excedente puede ser o no intercambiado a una agricultura destinada exclusivamente al cambio, a la venta. Para que el contenido pueda cambiar paulatinamente el estado ha cumplido con su función de administrador de los negocios de la burguesía creando políticas públicas y programas que favorecen a estos cambios.
Los subsidios al campo han tenido por objetivo hacer virajes a esta forma de agricultura, convencer a las y los campesinos para que siembren los cultivos que se venden y así obtener dinero para comprar mercancías.
Los Fideicomisos Instituidos en Relación a la Agricultura (FIRA) buscan entre otras cosas dotar al campo de la tecnificación necesaria para el desarrollo de la agricultura capitalista. Pues esta funciona como una intermediaria entre los banqueros e instituciones no bancarias (financieras) y las y los campesinos. De tal forma que se otorgan créditos y financiamientos para la producción agrícola. Además el estado mexicano promueve la agricultura por contrato, que brinda las condiciones materiales para la agricultura capitalista, pues promueve la siembra de cultivos comerciales que no se encuentran vinculados a las necesidades de las y los trabajadores del campo y la ciudad., tales como la cebada, la caña, la soya, entre otros, con la premisa de que la cosecha está “vendida” desde antes de sembrarse. Muchas veces el contrato agrícola es determinante para recibir los créditos del FIRA.
En la península de Yucatán el cultivo de la palma africana y de la soya se ha incrementado exponencialmente, mientras que el cultivo de maíz reduce gradualmente. En la siguiente tabla puede observarse como se han incrementado por año las hectáreas de cultivo de soya, siendo el año 2013 en la que registran el mayor aumento en su tasa de crecimiento, la palma en un 116% y la soya en un 115%, mientras que en el mismo año el maíz presento sólo un 3% de crecimiento. En los años posteriores los cultivos de soya y palma aumentan mientras que el del maíz disminuye[i].
Del 2009 al 2019 se redujeron 37797.53 hectáreas destinadas a la siembra del maíz, mientras que entre esos mismos años las hectáreas de siembra de palma aumentaron 26189.4 hectáreas y las destinadas para la siembra de soya aumentaron a 43151.
De la misma forma, podemos dar cuenta que los cultivos de soya y palma cuenta con un mayor porcentaje de tecnificación y este ha aumentado con el paso del tiempo. Para el 2019 del total de hectáreas sembradas de maíz sólo el 4.29% contaba con sistema de riego, pero la palma africana contaba con un 52.52% de superficie sembrada con sistema de riego mientras que la soya tenía el 12.30% de total de hectáreas tecnificada. Esto nos permite ver con claridad que aunque las fuerzas productivas en la agricultura han avanzado estas se encuentran al servicio de cultivos de interés del mercado.
En cuanto a precios, en el 2019 el precio del maíz, fue de $4344.68 por tonelada, mientras que el de la soya figuró en $6268 y el de la palma fue de $1581.87. Si tomamos en cuenta los rendimientos, que en el maíz es de 1,5 toneladas por hectárea, en la palma de 10.7 toneladas por hectáreas y el de la soya de 2.1 toneladas por hectárea podemos calcular que en promedio una hectárea de maíz tuvo un valor de producción de $6517.02, mientras que de la palma pudo obtenerse en promedio un valor de producción de $16926 por hectárea y de la soya pudo obtenerse en promedio un valor de producción de $13685.74.
En este sentido, la soya responde a otra cadena de producción que gana terreno en la península, el cerdo americano. El principal productor de cerdo en la península de Yucatán es la empresa Kekén del Grupo Kuo, propiedad de Fernando Senderos Mestre. Kekén quien mantiene el monopolio de la producción cárnica, desde la genética, la cría y matanza, el procesamiento de la carne, su distribución y su comercialización en las tiendas Maxicarne. Además de la distribución regional, Kekén exporta carne de cerdo a Japón, Corea del Sur, Estados Unidos, Canadá, China, Chile y Singapur.
Kekén es, el principal comprador de pasta y harina de soya para el alimento de cerdos a la empresa Proteínas y Oleicos del empresario Jacobo Xacur quien a su vez compra el 90% de la producción de soya.
Las granjas son altamente contaminantes de los mantos acuíferos y la empresa ha sido denunciada en diferentes ocasiones. Además ésta ha sido partícipe en despojo de tierras en la península de Yucatán para el asentamiento de granjas. Este monopolio, como todos, recibe la protección del estado, y en el año 2020 fue galardonado con una distinción como “empresa socialmente responsable”, a pesar de todos los conflictos ambientales y sociales que ha causado en la región.
La crianza de cerdos ha aumentado en los últimos años pasando de haber en 25812 cabezas de ganado porcícola y sacrificar para consumo 18115 en 1980 a la existencia de 193,385 de ganado porcícola en pie y sacrificar para consumo 155,395 en el 2019.
No está de más decir, que la palma y el cerdo se encuentran entre los productos que FONATUR ha denominado “estratégicos” para su exportación que piensan potenciar con el tren maya.
Defender la agricultura.
De esta forma podemos concluir que la lucha agraria debe plantearse la tarea de luchar contra el capitalismo, pues la evidencia demuestra que las fuerzas productivas se han desarrollado lo suficiente para ponerlas al servicio de la clase trabajadora del campo y la ciudad. Que son suficientes para solucionar los problemas del campo y del hambre en México. Sin embargo, estas fuerzas productivas se encuentran al servicio del capital sin importar que condene a miles de campesino al hambre y la miseria, que los obligue a abandonar sus comunidades y que los mantenga en un nivel alto de marginación como se encuentran, por lo menos el 50% de los municipios de la península de Yucatán.
Es importante identificar quien se encuentra detrás de cada programa gubernamental, ¿Qué bancos e instituciones financieras no bancarias están detrás del FIRA? ¿Por qué incentivan la agricultura por contrato? ¿Por qué se priorizan cultivos que no sirven para consumo humano?
Es preciso decir que tanto los proyectos inmobiliarios, como los que tienen que ver con energías (eólicos, fotovoltaicos) o de desarrollo turístico y la agricultura de mercado responden al capitalismo, de tal forma que las y los campesino sólo sirven al sistema si se proletarizan, es decir, si venden su fuerza de trabajo, si venden sus tierras o si ceden a la agricultura de mercado.
Dicho esto, no podemos seguir luchando separados si el enemigo es el mismo, el sistema capitalista y sus monopolios. Con la llegada del tren el despojo para la construcción inmobiliaria aumentará, la siembra de palma y soya aumentarán, las granjas de cerdo aumentarán ¿Por qué? Porque este proyecto, como todos los demás no buscan el beneficio de las y los trabajadores del campo y la ciudad, sino el beneficio de la clase de los empresarios, banqueros y terratenientes, es decir, la burguesía.
[i] Todas las cifras fueron tomadas del archivo del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera 2009-2019.
[i] Ponencia presentada en el primer encuentro Sur Sureste en defensa de la seguridad social que se realizó en la ciudad de Mérida el día 23 de octubre del 2021.
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