Por Chak Sáastal
“Buen fin; bueno, pero para las empresas”, expresa don Carlos, obrero en una empacadora y exportadora de cítricos. “No entiendo cómo hay muchas personas que se alocan comprando muchas cosas que ni necesitan, nomás como ven que tiene “un descuento” lo agarran y pasan a pagar o es más lo sacan para pagar a plazos, ¿no se dan cuenta de las trampas de las empresas? ¡le bajan y suben el precio antes y cuando llega esta fecha lo devuelven al original para que pensemos que hay descuento! No sé cómo hay personas que caen en esas trampas para endeudarse y quedarse sin dinero por cosas que ni les servirán de verdad” dice doña Elvia, mujer adulta que se sostiene económicamente a base de lo que vende en su puesto de comida. “Para mí siempre es buen fin, yo creo, ya que siempre me regatean mis productos”, opina doña Gloria, mujer de la tercera edad que vende los productos de su parcela de puerta en puerta. Estas solo son algunas circunstancias, vivencias y ejemplos de la precariedad económica, abusos y la falacia de “buen trato” que vivimos dentro del sistema capitalista al que estamos sometidos. Es de notarse que los mismos obreros se percatan del abuso y la burla de este sistema tanto que, como menciona doña Elvia, creen que somos unos sumisos sin consciencia económica como para no darnos cuenta de los abusos y burlas de las estrategias de marketing al servicio del capital y que únicamente absorben los frutos de nuestro trabajo, y de cómo sus acciones afectan directamente en la economía local de los pequeños mercaderes y productores, obligándoles a pasar de pequeños propietarios a obreros para seguir produciendo grandes cantidades de objetos/servicios de mala calidad y que son vendidos a la misma clase obrera. Esta solo es una pequeña muestra de la realidad clara y cruda de los despotismos que se viven diariamente en el capitalismo en su fase imperialista, regida por los monopolios; expresión de la concentración y centralización del capital, que permite controlar gran parte del proceso productivo y distributivo en una sola empresa o un grupo de empresas fusionadas, con lo cual son capaces de hegemonizar el mercado. Teniendo en cuenta que dicho sistema únicamente se encuentra al servicio de la burguesía, de esta manera controla los aspectos de la economía y política a su conveniencia generando varias consecuencias y carencias para la sociedad obrera, tales como el desempleo, la migración, o, como bien menciona doña Gloria, la afectación a los pequeños comerciantes y propietarios locales. Dichas afectaciones son tan evidentes que don Carlos, doña Elvia y doña Gloria tienen en claro que las empresas no están a su servicio ni para su mejoría social o económica. Estas personas y muchas otras no son ciegas, ni necesitan haber leído o tener conocimiento sobre teoría para darse cuenta del enorme daño que el capitalismo les produce. Sin embargo, todavía no se les hace evidente o no tienen las ideas de cómo o qué hacer para enfrentar al sistema capital, y es aquí donde nosotros como comunistas debemos hacerles saber que existen formas de organizarnos y, de esta forma, establecer el sistema comunista donde encontraremos la única solución a la explotación, precariedad y pauperización que el sistema capitalista otorga a nuestra clase. Los obreros, pequeños propietarios y mercaderes se dan cuenta día a día de lo inmersos que están en este mar de penurias en cual el sistema capitalista les hace vivir y que únicamente se dejará de reproducir cuando haya realmente un “buen fin”: el fin del capitalismo y hallemos en el sistema comunista un verdadero “buen fin”: una digna, libre y estable vida.
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