Por: Jesús Carrillo.
En algún punto, la parte más avanzada de la clase obrera llega a simpatizar o tener en consideración al marxismo-leninismo como la única ciencia capaz de explicar la raíz de la explotación que padece y, con ello, lograr su liberación de la barbarie capitalista; es innegable que, a pesar del inicial desconocimiento de éste a profundidad, por su exactitud científica que tiene una comprobación material, termina atrayendo a la juventud proletaria y popular, lo que los orilla, al menos de manera superficial, a indagar acerca del comunismo.
En algunos, termina teniendo mayor peso la propaganda anticomunista, tanto en la escuela, los medios de comunicación, en las redes sociales, en fin, por la propia superestructura de la sociedad capitalista; muy pocos son los que logran continuar indagando o incluso llevar un estudio serio del marxismo-leninismo por cuenta propia, y esto si es que no se les atraviesa alguna corriente perjudicial que se pinte de comunista o “izquierdista” en abstracto. En estos últimos casos, podrían terminar integrándose a alguna organización de corriente oportunista y/o revisionista.
La organización es un principio marxista; no por nada se escribe al final del manifiesto “¡proletarios de todos los países, únanse!”. La organización es fundamental para la correcta valoración e incluso para ir formando las fuerzas que algún día tomarán por asalto el cielo; de la organización también surgen las tareas concretas, así como la valoración colectiva de los aciertos, los errores o las formas para resolver las diferentes situaciones que surjan del trabajo político. Por el contrario, sin afán de menospreciar los iniciales esfuerzos individuales, llegará el punto en que la propia fuerza individual o unipersonal se verá avasallada por los obstáculos cotidianos e incluso serían imposibles de siquiera poder analizar de manera dialéctica. Por lo tanto, es vital, para todo simpatizante del comunismo, la organización, no solo para el estudio, si no para que pueda convertirse en artífice de la transformación de la realidad junto a los demás camaradas que conforman el Partido Comunista y la Juventud Comunista.
Por otro lado, el estudio colectivo nos ayuda a los comunistas a identificar las tendencias ociosas del revisionismo o corrientes políticas o filosóficas de la burguesía, tales como el eurocomunismo, el browderismo, el trotskismo, el maoísmo, etc. Una parte considerable de la juventud que se reivindica de “izquierdas” denota una casi nula comprensión de las condiciones materiales en las que vivimos, debido a que se basa en teorías que en esencia son idealistas, reaccionarias e incluso fragmentarias para una verdadera organización de nuevo tipo. Pero por sí solo el estudio individual tampoco es el escudo que nos protegerá del ataque y la infiltración de estas tendencias dañinas. Éste debe ser el complemento de algo mayor, del estudio colectivo entre camaradas y compañeros, dinámica que se caracteriza por la discusión, el debate y el diálogo, lo que le cierra el paso a incomprensiones o tergiversaciones que podrían resultar del mero estudio individual.
Entonces, sabiendo esto, debemos tener siempre en cuenta que “sin teoría revolucionaria, no hay práctica revolucionaria”. Este principio es tan fundamental como lo es el aire para el ser humano, es la relación dialéctica entre la teoría y la práctica que lograron llevar a la victoria al movimiento obrero, tanto en sus iniciales reivindicaciones de tipo económico y, luego de la acumulación de fuerzas, al Poder durante la Gran Revolución Socialista de Octubre. A lo largo de la historia, partidos y organizaciones (tanto actuales como históricas) han terminado por olvidarse de la vital función de mantener esta praxis revolucionaria, caen en el revisionismo cuando abandonan los principios marxistas-leninistas, los cuales son los únicos capaces de poner fin al capitalismo y terminan cerrando filas con los gobiernos burgueses en pro de la “democracia” o, en su caso, únicamente rayan las posturas anarquistas de evitar por sobre todo la organización y estudio continuo de la teoría, basándose en el espontaneísmo de la situación y sin medir a conciencia las consecuencias inmediatas o futuras.
La necesidad del estudio continuo para actuar de manera analítica, científica y estratégica, va de la mano de la necesidad de poner siempre en práctica lo aprendido y seguir aprendiendo. Un error sería suponer que el enemigo no es astuto, pero ciertamente lo es. Por ello nosotros debemos ser incluso más astutos y mantener una organización permanente pues, si sólo actuamos desde el individualismo poco o nada podremos hacer para transformar verdaderamente a la sociedad. Desde el FJC hacemos un llamado a todos estos simpatizantes del movimiento comunista a que sumen filas no para engrosar números, sino para que sean artífices junto a nosotros de la transformación de la sociedad pues, si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? ¡Compañeros, no tenemos nada que perder salvo nuestras cadenas!
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