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El sector de la manufactura y la mujer obrera

Por Célula "Aleksandra Kollontái"


A menudo se piensa que la delicadeza que se requiere en el sector de la manufactura, y que, debido a las cualidades físicas de las mujeres, es que se vuelven propensas a ocupar estos puestos de trabajo, donde en su mayoría los desenvuelven las mujeres jóvenes de entre 15 a 30 años.


Sin embargo, no es así, en principio debemos analizar la dinámica de estas empresas, las maquiladoras en su mayoría, se asientan en las comunidades más marginadas del país, donde las oportunidades de trabajo son escasas y donde generalmente es el obrero el que se ve obligado a migrar en la búsqueda de un empleo. Sumado a ello existe la prácticamente nula oportunidad que se tiene para acceder a la educación básica o superior siendo mujer en dichas regiones, provocando con ello que se puedan vulnerar con mayor facilidad sus derechos.


Por otro lado, las principales condiciones por las que se ocupa la mano de obra femenina en este sector de la producción, es debido a que son orilladas (obligadas), a soportar grandes volúmenes de producción y a aceptar las pésimas condiciones laborales, a las que los hombres generalmente no acceden a tener, es decir, los capitalistas (empresarios) del sector de la manufactura se aprovechan de las condiciones sociales, físicas y económicas de las mujeres trabajadoras, para beneficiarse económicamente mediante su explotación.[1]


La privación de derechos, la dependencia y la falta de igualdad de la mujer, no se explican por ninguna característica natural o congénita específica, sino por el carácter del trabajo que a ella se le asigna en un modo de producción en específico[2]. (Tesis sobre la emancipación de la mujer, VI Congreso del PCM)


Las ideas de que la mujer no es equiparable al hombre, que es inferior, surgieron a partir de la disminución de su participación e importancia en la producción social, resultando con ello el desplazamiento de la mujer a tareas secundarias. Para analizar la situación de la mujer en las maquilas, dentro del sistema capitalista, debemos tener en cuenta el papel que ha desempeñado la mujer dentro de la economía. Con el surgimiento de la propiedad privada nace la desigualdad y con ello, la opresión de la mujer, debido a que fue relegada a tareas domésticas y a la reproducción, dejándola fuera de las actividades productivas.


Pero, ¿Siempre la mujer desempeñó un papel inferior al del hombre? Para poder responder a la pregunta debemos mencionar al modo de producción de la comunidad primitiva (primer modo de producción de la historia humana), donde no existía la desigualdad entre el hombre y la mujer e incluso la mujer desempeñaba un papel de dirigencia gracias a hallazgos útiles para el desarrollo económico y social como: recolección de granos y frutos, siembra, el hilado, la construcción de las viviendas, etc. Sin embargo, con el avance y el progreso de las técnicas productivas, y al pasar los modos de producción (esclavismo, feudalismo, capitalismo) se fueron agudizando las relaciones productivas, dejando a la mujer cada día más alejada de la actividad económica de la sociedad. Con el estallido de la segunda guerra mundial, y la escasez de mano de obra varonil en las fábricas, se comenzó con la integración masiva de la mano de obra femenina en la producción.


Dentro del sistema capitalista la desvalorización del trabajo, golpea con mayor intensidad a la mujer trabajadora, pues al tener una integración tardía al proceso productivo es objeto de recibir menores salarios (en contraparte del trabajador), atribuido a la poca disponibilidad laboral por sus horarios reducidos debido a las tareas domésticas, maternidad, baja escolaridad, etc.


La industria de la manufactura no es exclusiva de México, se ha desarrollado alrededor de los países, con menores restricciones laborales y de desarrollo de sus fuerzas productivas, tal es el caso de los países del sur del continente Americano y los de Asia, donde los enormes beneficios fiscales y las políticas antiobreras, han provocado que esta industria florezca al encontrar un paraíso fiscal en las llamadas zonas francas, que le otorgan a las empresas cuantiosos incentivos económicos a costa de la explotación de la mano de obra de la región.


Como es el caso de la India, Taiwán, Centroamérica, dónde similar a lo que ocurre en México, las jornadas laborales interminables, los salarios bajos y la falta de una verdadera organización sindical, han arrojado a miles de trabajadores a ocupar estos puestos precarios, donde ponen en riesgo su salud. En general, ya sea en México o en algún otro país con auge manufacturero, son las mujeres obreras las que en mayor medida ocupan los puestos de ensambladoras, y un reducido porcentaje de trabajadoras llegan a ocupar puestos de administración o dirección en las empresas.


Una investigación de Animalpolítico[3] arrojó que los procesos repetitivos que se tienen en las maquiladoras, la intensidad y las extenuantes jornadas terminan por generar problemas diversos en la salud de las trabajadoras, como: dolores crónicos de cabeza, padecimientos en las articulaciones siendo el más común el del “dedo de gatillo”, síntomas de agotamiento prematuro, problema en los riñones y la vejiga debido a los extensos periodos de tiempo que pasan sentadas y aguantando las necesidades fisiológicas, ya que tienen contados el número de veces que pueden dejar su sitio de trabajo para ir al baño o tomar agua, sumado a ello está la constante competencia entre compañeras por los “bonos de productividad”, con la única finalidad de incrementar el rango de productividad semanal o diario en beneficio de la patronal. A pesar de toda la productividad que pueden llegar a realizar, en casi el 95 % de las veces la vida útil de una trabajadora de maquila ronda en los 45 años, siendo objeto de despido debido al ya no poder alcanzar las metas productivas.


Según datos del INEGI (2020)[4], en México existen alrededor de 3 millones de trabajadores empleados en el sector de manufactura, compuesto principalmente por mujeres que laboran en condiciones altamente precarias. El sector de la maquila, representa cuantiosas (millonarias) ganancias para los capitalistas nacionales y extranjeros, que han hecho nido en esta industria, y que ni siquiera la actual emergencia sanitaria los ha detenido, sino que, por el contrario, a expensas de la salud y la vida de las trabajadoras, sigue libremente en funcionamiento.


Para hablar de maquila se debe hacer hincapié, que no solo existen las grandes naves industriales que cuentan con cientos o miles de puestos precarios de trabajo, sino que también se debe entender por maquila el gran bloque de pequeñas y medianas empresas clandestinas que pertenecen al sector informal de la economía, haciendo uso de la mano de obra empobrecida de las regiones más marginales del país, que como se mencionó componen la dinámica social de estas zonas. En la mayoría de los casos, las trabajadoras son cabezas de familia y al no contar con estudios que les permita acceder a otros sectores productivos, terminan formando parte de las filas de trabajadoras en los talleres o fábricas clandestinas. Es en estos donde las condiciones laborales se hacen aún más precarias, pues por su naturaleza (ilegal) carecen de todo tipo de derechos y normas en favor de las trabajadoras, como instalaciones adecuadas, prestaciones, contrato, etc. y aun en la actualidad es casi oculto el trato semi esclavo en el que se encuentran.


Es notorio que las condiciones laborales que el sector de la manufactura ofrece a la mujer trabajadora han sido y siguen siendo altamente precarias, siendo objeto de sobreexplotación al ver en ellas una gran ventaja capaz de generar altas ganancias para la patronal, en complicidad de las facilidades que el Estado les otorga. Siendo la mujer trabajadora la que representa un mayor porcentaje de vida activa en estas fábricas, y a pesar de las múltiples evidencias y denuncias de diferentes organizaciones, colectivos y de las propias trabajadoras, las condiciones para estas siguen manteniéndose iguales. Es por ello que existe la necesidad histórica de luchar por la emancipación de la mujer obrera, por la transformación de la base material y económica que constituyen el sistema que las esclaviza junto a los trabajadores, es necesario luchar y organizarse para que el sector de la manufactura pase a manos y al control de los y las obreras.


Solo con la revolución proletaria la situación de explotación a las cuales son arrojadas a vivir, puede ser eliminadas y sustituidas por mejores condiciones de vida y de trabajo, donde puedan desarrollarse con la socialización de las actividades productivas, domésticas, reproductivas y de los medios de producción, y con ello obtener grandes logros como: guarderías gratuitas, jornadas de 6 horas, seguridad social, acceso a la educación, etc. Ejemplos dados por la implementación del socialismo-comunismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), donde se gozaron de tales condiciones.


¡La lucha por el socialismo es inseparable de la lucha por la emancipación de la mujer, pues para emancipar al proletariado, se debe emancipar a todos los explotados y oprimidos!




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