Por Gonzalo Martínez
¿Hay algún indicador que pueda medir el nivel de decadencia de una institución educativa? Hay muchos, pero en mi opinión, no hay uno tan claro como el no poder garantizar que sus alumnos puedan tener un nivel de avance académico en tiempo y forma por culpa de algo que podría ser fácil de resolver.
Hay un hecho particular que me sigue causando escozor, porque me parece absurdo que hasta el día de hoy no se haya resuelto, siendo algo relativamente sencillo. Me refiero a la penosa travesía que significa para miles de alumnos realizar su carga académica semestre tras semestre, gracias al deplorable estado en que se encuentra el infame Sistema de Información y Control Escolar Institucional, mejor conocido como SICEI, plataforma utilizada por la UADY.
Esto no es cosa nueva, no ha sido causada por la pandemia. Si bien la contingencia ha venido a empeorar la situación, dado que ahora las clases son completamente en línea, la carga académica siempre ha sido por este medio, y en cada semestre se repite la misma historia: miles de jóvenes que se retrasan en sus materias porque la plataforma se satura y, cuando finalmente decide responder, ya no hay asignaturas que cargar porque el cupo se ha agotado.
En esta situación podemos encontrar un problema de dos géneros. El primero de ellos es que, como he dicho, no es la primera vez que este problema ocurre. Tampoco es la primera vez que los estudiantes han expresado su molestia por el hecho. Sin embargo, la universidad nunca ha prestado atención a los reclamos, solo sabe hacer oídos sordos a los mismos o, como ha sido el caso en las últimas horas, no hace más que dar respuestas burocráticas al asunto.
Este es un problema técnico, es un problema que atañe al mejoramiento de la plataforma, y que podría quedar en manos de los alumnos y profesores de la Facultad de Matemáticas y sus licenciaturas de Ingeniería en Computación o Ingeniería de Software, si la UADY así lo quisiera. Pero la excusa que seguramente se argüiría es que el presupuesto de la universidad no es suficiente para ello, aunque el rector Jesús Williams gane más de 163 mil pesos al mes y en diciembre pasado haya cobrado la nada despreciable cantidad de 217 mil pesos por concepto de aguinaldo.[1] Una gran parte de ese dinero derrochado en un solo servidor público[2] serviría para mejorar el SICEI y así evitar que el alumnado pierda más semestres porque la plataforma no le permitió cargar materias y cursar sus créditos.
Segundo: cuando por fin se logra cargar materias, las que quedan son muy pocas. Muchas veces los alumnos se ven en la necesidad de tomar asignaturas que no van acorde a sus intereses y necesidades curriculares con tal de no atrasarse más, lo que afecta su proceso formativo. En anteriores ocasiones se ha puesto sobre la mesa el problema de que el cupo es muy poco, incluso antes de la pandemia, tema que, al igual que el anterior, jamás se ha atendido. Pero ahora que los alumnos y alumnas se ven obligados a tomar clases en línea, es totalmente absurdo que no se amplíe el cupo para que más estudiantes puedan tomar materias.
¿A qué responde todo lo anterior? A un secreto a voces, a algo que ya es de todos conocido: a la UADY no le interesa en lo absoluto los estudiantes, no les interesa si están aprendiendo o no, no les interesa si se están retrasando. Se conforman con dar soluciones al vapor a problemas graves y de solución relativamente sencilla con tal de mantener su “prestigio” a nivel nacional, mientras sus funcionarios se llenan los bolsillos de dinero.
Desgraciadamente, estos problemas se vuelven candentes cada inicio de semestre, momento en el cual el alumnado en su conjunto manifiesta su preocupación y molestia, pero es algo que luego se apaga, que no se convierte en el inicio de la organización estudiantil. Estos rebrotes cada 6 meses bien podrían consolidarse, pero el propio miedo del estudiantado, totalmente justificado, a exigir lo que les corresponde, sumado a la ideología de la clase dominante, en donde se nos ha dicho que “solo debemos dedicarnos a estudiar”, impide que ubiquemos nuestra fuerza.
¿Qué podemos hacer para cambiar esto? Hemos de entender primero, que nuestra molestia no es aislada, no solo nos molesta en lo individual. Una buena parte de los 26 mil alumnos con los que cuenta la UADY tiene el mismo problema cada semestre. Podemos notar esto con solo preguntarle al compañero de al lado si pudo cargar las materias que quería, y muy probablemente su respuesta vaya a ser negativa.
En ese sentido, en cada aula, en cada grupo, en cada facultad de la UADY debemos organizarnos para exigir que se mejore el servicio del SICEI y que se amplíe el cupo para todas y cada una de las materias. De no cumplirse esa exigencia, refresquemos nuestra memoria con la valiente experiencia de los trabajadores manuales y administrativos de la universidad, que se fueron a huelga en 2015, y sigamos su ejemplo.
En febrero del año que viene, 2022, la UADY hará el circo de celebrar los 100 años de su fundación. Ya podemos esperar todo el aparato de la propaganda oficial, con la que se nos bombardeará de mentiras como que la UADY, en estos 100 años, se ha mantenido firme en sus principios y se coloca como “una de las mejores universidades del país”.
Si las cosas siguen como ahora y la pandemia no ha cesado, la siguiente carga de materias también será en febrero. Imaginemos que, en medio de toda esa farsa, irrumpamos con un paro de labores para evidenciar que, no solo no ha mejorado, sino que, por el contrario, cada día que pasa, la UADY no hace otra cosa que empeorar. “Esta vez lo haremos mejor” fue el cínico slogan de la UADY el año pasado. ¿Y cuál fue el resultado de todo eso? Todo el mundo puede verlo.
Es normal sentir miedo, compañeros y compañeras. Es normal temer que, si hacemos algo, si exigimos una mejor educación y más eficiente, la universidad tome represalias en nuestra contra. Pero debemos valorar que, si todos nos armamos de valor, si todos empezamos a organizarnos, la universidad no podrá con todos. Prácticamente se quedaría sin matrícula. Demos el primer paso, porque lo que exigimos no es nada del otro mundo, es lo justo. Pero que la UADY entienda que, de no cumplir nuestras justas demandas, no nos quedaremos con los brazos cruzados.
Es el momento perfecto para que podamos cumplir un objetivo que cada día que pasa se revela como fundamental y que ya no puede seguirse aplazando, el crear una organización estudiantil consolidada y permanente, que pueda responder y actuar en todo momento y ante cualquier situación. La coyuntura actual nos lleva a tener que resolver en lo inmediato el problema del SICEI, pero éste no es el único defecto que tiene la UADY. Hay muchos y variados problemas que la propia universidad no parece tener la intención de resolver. Una organización estudiantil firme y fuerte permitiría presionar a la UADY a cumplir nuestras exigencias de toda índole. Por lo tanto, ese sería el segundo objetivo: la creación de una organización estudiantil de masas de toda la universidad, con representación de todas y cada una de las carreras y que pueda ser el portavoz de los intereses del estudiantado. De nosotros depende cumplir esa tarea, y por algo hay que empezar. Que este problema del SICEI nos permita caminar hacia ello.
[2] Y eso hablando solo del salario del rector. Si a eso le sumáramos lo que gana el Director General, el Abogado General, el Secretario General y todo el resto de un puñado de burócratas, la cantidad aumentaría exorbitantemente.
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