Por: Karol González Dzul.
A simple vista pareciera que las mujeres que se dedican a la prostitución saben las consecuencias a las que se enfrenta y por ende las acepta. Sin embargo, la prostitución, no es una decisión meramente individual que las mujeres toman porque quieran emanciparse, o porque de esa forma se sienten “liberadas” o dueñas de sus cuerpos, sino todo lo contrario. Al perder el control absoluto de su situación económica, quienes se han visto arrastradas hacia la prostitución lo han sido porque no les ha quedado otra alternativa para “liberarse” de la precariedad económica. Este es un problema que el capitalismo ha sostenido porque cosifica y mercantiliza el cuerpo de las mujeres, reduciendo su valor humano a una mercancía.
En el contexto actual se promueve la mercantilización de los cuerpos de las mujeres porque, lejos de ser percibidas como sujetos con derechos y deseos propios, siguen siendo representadas socioculturalmente como un cuerpo-objeto disponible para satisfacer los deseos de otros. (Ranea, 2021)
¿Por qué el trabajo sexual deshumaniza?
Las causantes de que una mujer de clase trabajadora se termine dedicando a la prostitución no son externas a la realidad, sino que justamente lo son por la situación de pobreza, falta de oportunidades laborales, la falta de preparación educativa que les impide introducirse al mercado laboral y el que haya sufrido toda clase de violencia. Pero las consecuencias son aún peores, porque como bien sabemos, las mujeres están susceptibles a la violencia de género, como feminicidios, violaciones, la cosificación, la sexualización y todo rol de sumisión que se le adjudica. Pero por el hecho de ser de la clase trabajadora, los factores de riesgo se le multiplica, y por la falta de educación sexual, o por el desconocimiento de métodos de protección, ellas están expuestas a las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS). Es decir, la así llamada “trabajadora sexual” (eufemismo dado por corrientes liberales burguesas y pequeño burguesas para ocultar la explotación sexual a la que se haya sometida) está en factores de riesgo y deshumanización por la posición de clase que tiene, calamidades que la mujer de la burguesía no conoce y a las que no se expondría pues no tiene esa necesidad.
Otra de las consecuencias que sufren es la criminalización, los prejuicios y discriminación, como consecuencia de falta de derechos, seguridad y protección. Las mujeres proletarias dedicadas a la prostitución están inmersas ante la discriminación, adjudicándoles sobrenombres despectivos hacia su género, y el por cómo lleva la situación de su clase. No obstante, es importante reivindicar los derechos violentados anteriormente, más allá de reivindicar el “trabajo” sexual, puesto que así lo único que se haría sería “normalizar” la prostitución, romantizarla bajo delirios liberales, más que abolirla. Y esto justamente, su abolición, se lograría con el derrumbe del Estado burgués y su sustitución por la sociedad socialista-comunista, pues son justamente los burgueses, con ayuda de su Estado, quienes no aseguran pan, abrigo y educación a la población trabajadora, y quienes más se benefician de que las mujeres sean vistas como objetos sexuales.
Así que, ¿es la prostitución un medio que tiene la mujer trabajadora para emanciparse? Para nada, pues la mujer trabajadora sigue siendo controlada por el capitalismo. Se ha intentado cubrir con una velo supuestamente emancipatorio desde el liberalismo aduciendo que es una forma de protegerla, pues le permite sobrevivir a la situación de precarización o que las beneficia en el sentido de que es el único camino que les permite llevar comida a la mesa. Sin embargo, se encubre el hecho de que el Estado burgués no se interesa por la suerte de las mujeres proletarias, no tiene la mínima intención de atender sus necesidades básicas, ni tiene la intención de ofrecerles seguridad ni protección a sus derechos, ya que como menciona Mario Hernández y Julieta Morales (2011): actualmente, las personas que ejercen la prostitución sufren violencia institucional por parte de la policía y de las distintas instituciones públicas, en el ámbito administrativo y desde el Poder Judicial hasta el sistema de salud. Estas personas son denigradas, discriminadas y estigmatizadas. De manera tácita o explícita se les niega el reconocimiento, goce y ejercicio de sus derechos, lo que redunda en exclusión y marginación que se agudizan cuando se trata de prostitución “callejera”.
Como comunistas luchamos por abolir también esta forma de explotación de las mujeres trabajadoras, creando las condiciones para que ninguna mujer proletaria se vea en la necesidad de vender su cuerpo. Buscamos un mundo donde todas las mujeres gocen de la posibilidad de emanciparse por medio de su trabajo, del despliegue de todas sus potencialidades humanas; algo imposible bajo el capitalismo, en el que el trabajo es, por el contrario, un medio de explotación.
Bibliografía:
Ranea Beatriz (2021) “Una crítica al abordaje de la prostitución: reflexiones sobre la abolición” en: Gaceta Sanitaria vol. 35, no. 1: pp. 93-94.
Mario Hernández, Julieta Morales, Marta Torres (2011) “Trabajo sexual, un derecho por reconocer” en Defensor, Revista de Derechos Humanos no. 1: pp. 3-19
Comments