Por: Emiliano Zepeda.
Uno de los discursos que la burguesía utiliza para alejar a la clase trabajadora de los comunistas, es asegurar que éstos son violentos por naturaleza, que solo buscan conseguir sus objetivos por medio de la violencia organizada porque rechazan de entrada las vías legales y parlamentarias. Pero como en toda propaganda anticomunista, basta hacer un breve análisis para descubrir la falsedad de dichas aseveraciones.
Los comunistas luchamos por el derrocamiento del capitalismo y la construcción del socialismo como vía para llegar a una sociedad comunista, esto mediante la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, haciendo que éstos, en lugar de ser propiedad privada de un puñado de capitalistas, sean propiedad social de las y los trabajadores y por ende, la riqueza creada por el trabajo no vaya a parar en los bolsillos de los capitalistas sino en el bienestar y la mejora continua de la calidad de vida de la clase trabajadora. Esto, en resumidas cuentas, es por lo que luchamos.
Ahora bien, es una ley histórica que los grandes capitalistas no van a permitir esto así como así, sabiendo que ya no podrán enriquecerse con la explotación de la clase trabajadora. Colocando el ejemplo de México, ¿se puede pensar que grandes capitalistas como Carlos Slim, Ricardo Salinas Pliego, Germán Larrea, etc., van a entregar sus medios de producción de manera pacífica a la clase trabajadora? Evidentemente no, van a aferrarse a sus privilegios, a defender a muerte su propiedad privada y su posición de clase que les permite explotar a la clase trabajadora y enriquecerse con ello.
Sin embargo, muchos podrán decir que no se trata de que ellos entreguen sus medios de producción por su cuenta, sino que se les puede “arrebatar usando las vías legales”, como las elecciones, el parlamento, etc., para que, una vez que se llegue al Poder por esos medios, se les expropie los medios de producción y éstos se socialicen. En otras palabras, la vieja fórmula del eurocomunismo. Con esa concepción, algunos oportunistas en nuestro país intentan engañar a la clase obrera y, como una cosa lleva a la otra, buscan colocar a nuestra clase como comparsa de la socialdemocracia hoy gobernante.
Sin embargo, aquí entra otra cuestión. Es necesario recordar que el Estado y todos sus órganos e instituciones constituyen una herramienta de represión de una clase contra otra. En el capitalismo, el Estado es el instrumento de la burguesía para reprimir al proletariado. Por lo tanto, es una ilusión pensar que por medio de alguno de sus órganos sea posible que el proletariado pueda hacerse con el Poder. El Estado burgués cuenta con sus mecanismos de defensa para cortar de tajo esa posibilidad.
Coloquemos el ejemplo del parlamentarismo y las elecciones, pues es el fetiche preferido, tanto de la burguesía como de los oportunistas bajo su mando, con el que buscan desacreditar a los comunistas. En nuestro país, el Partido Comunista de México ha intentado obtener su registro ante la instancia electoral vigente, el Instituto Nacional Electoral (INE), pues aunque es consciente de que las elecciones bajo el capitalismo son una ilusión, no puede rechazar utilizar la combinación de todas las formas de lucha según el momento concreto, además de que la representación electoral de la clase obrera con su partido es un derecho que se consiguió tras años de lucha, derecho que no se anula aunque su registro haya sido regalado a un partido burgués como el PRD por parte de los traidores que liquidaron al histórico Partido Comunista Mexicano.
Sin embargo, como hemos mencionado, el Estado burgués cuenta con mecanismos de defensa en todas sus instituciones para impedir la más mínima posibilidad de que la clase obrera se acerque de manera remota a la representación electoral, pues nuestro partido no tardó en toparse con trabas legales para obtener su registro, condiciones que cualquier partido burgués no habría dudado en aceptar, pero que un partido revolucionario como el nuestro no puede consentir, como entregar la lista con santo y seña de nuestros militantes, renunciar al internacionalismo proletario o permitir que el INE se inmiscuya en los asuntos internos del Partido. Por el contrario, junto con otros requisitos como llevar a cabo asambleas multitudinarias que implicarían enormes costos financieros, se demuestra que el tema del registro electoral está reservado solo para los monopolios que pueden costear esa ceremonia burocrática por medio de sus partidos.
Pero incluso suponiendo que un partido comunista u obrero pudiera participar sin condicionantes en las elecciones e incluso ganara, eso no garantiza nada. El ejemplo más claro de esto lo tenemos justo en América Latina, específicamente en Chile, donde Salvador Allende y la Unidad Popular llegaron al gobierno por medio del voto popular y no por la vía armada. El gobierno de Allende constituyó una amenaza para los intereses de la burguesía chilena, por lo que ésta, en coordinación con la burguesía estadounidense, dio un golpe de Estado, que condujo al asesinato de Allende, el establecimiento de una sanguinaria dictadura militar y la ilegalización y persecución del Partido Comunista y la coalición de la Unidad Popular.
Por tanto, volvemos a lo mismo, la burguesía no va a entregar su poder ni sus medios de producción de manera pacífica ni va a respetar la legalidad ni la supuesta democracia para permitir partidos que confronten con ella y sus intereses. Al contrario, va a defender a sangre y fuego su poder. Por lo tanto, así los comunistas podamos participar en elecciones y ganemos mediante el voto, por la vía pacífica no se logrará nada, y lo mismo aplica para llevar a cabo una “reforma del Estado”, en la que supuestamente, de manera gradual, la clase obrera va a poder impulsar cambios.
Ahora bien, como ya mencionamos, sería un error no aprovechar todas las formas de lucha según las condiciones del momento lo permitan. Participar en el parlamento, por ejemplo, e incluso en las elecciones, puede convertirse en una herramienta muy útil sobre todo de agitación y propaganda, ya que ampliaría el rango de difusión de nuestro Programa y nuestras propuestas hacia la clase obrera y los sectores populares de nuestro país, pero para nada nos esperanzamos en esa forma exclusiva de lucha ya que la burguesía no puede permitirse perder en su propio juego.
Con lo expresado hasta ahora, ya puede ir quedando claro que es una fantasía idealista y burguesa soñar con que la clase obrera pueda llegar por la vía pacífica, reformista y no revolucionaria al Poder o, dicho de otra forma, que haciendo uso exclusivo de la institucionalidad burguesa se abra esa posibilidad. Pero es justo aquí cuando saltan las acusaciones de que las y los comunistas somos “violentos por naturaleza” o que estamos “sedientos de sangre”. Peor aún, que esa “sed de sangre” no se sacia una vez conquistado el Poder, pues al ser “violentos por naturaleza” continuaremos ejerciendo la represión y la violencia desenfrenada e indiscriminada.
Propaganda anticomunista en su máxima expresión, pero vayamos por partes. Empecemos desenmascarando la hipocresía de estas aseveraciones, pues quienes las escupen omiten deliberadamente hacer mención del brutal uso de la violencia de la que se sirve la burguesía en el capitalismo para perpetuar su dominación de clase. Cuando los trabajadores luchan por mejores salarios, mejores condiciones laborales, derechos, prestaciones, etc., el Estado burgués responde encarcelando o directamente asesinando a quienes se atreven a enfrentarse a sus intereses. El capitalismo no es otra cosa que la dictadura de la burguesía, o sea, el uso de la violencia organizada de una clase sobre otra.
Como la violencia organizada de una clase sobre otra es algo que va a seguir existiendo mientras existan las clases sociales (pues negarlo sería caer en concepciones idealistas y anticientíficas), es natural pensar que cuando la clase obrera llegue al Poder, va a dirigir esa violencia contra los remanentes de las clases explotadoras, pues somos conscientes de que éstas harán todo lo posible por recuperar el Poder, y no por vías pacíficas como hoy la propia burguesía nos exigen que luchemos. Ese Poder obrero se conocerá como dictadura del proletariado.
En conclusión, los comunistas no somos “violentos por naturaleza”, pero conocemos el papel revolucionario y científico de la violencia en la historia. La burguesía nunca se va rendir de manera pacífica. De ser así, no habría necesidad nuestra de utilizar la violencia. Pero como pensar que eso va a ocurrir es una fantasía burguesa, la clase obrera no tiene otra opción que recurrir a la violencia revolucionaria, tanto para derrocar a la burguesía como para evitar que recupere el Poder. Los comunistas no somos violentos por naturaleza, pero si la burguesía quiere guerra, ¡guerra tendrá!
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