Por Chak Sáastal
Durante este año, tormentas tropicales y huracanes han golpeado Yucatán y han causado
estragos devastadores tanto en el campo como en la ciudad. En las comunidades mayas,
las inundaciones causan pérdidas de cosechas, animales de crianza y en la
infraestructura de las viviendas. En Mérida, el contraste entre la magnitud de las
afectaciones es particularmente visible. En el norte de la ciudad, son algunas plazas
comerciales las que quedan bajo el agua. Por otro lado, en las colonias y comisarías del
sur, lugar de concentración de la clase obrera y los sectores populares, ocurre lo propio,
pero con las viviendas.
Por desgracia, las inundaciones no solo ocurren cuando llega un huracán, sino
prácticamente siempre que llueve, ya que en aquellas zonas no existe una adecuada
infraestructura de alcantarillado, por lo que el agua se acumula en niveles sumamente
elevados. Aquellos que pierden sus casas temporal o permanentemente, tienen que
trasladarse con sus vecinos que no sufrieron tantos daños, lo que ocasiona que en una
sola casa la habiten temporalmente hasta 8 o 9 personas. Por su puesto que nada de esto
es algo que conozca la clase burguesa que puede pasar las tormentas y huracanes con
todas las comodidades disponibles.
Mientras que las plazas que resultaron afectadas cuentan con todos los medios para
recuperarse del golpe al estar aseguradas e incluso contar con los incentivos estatales
para su pronta reactivación, no podemos decir lo mismo de la clase obrera que vio, en un
abrir y cerrar de ojos, perder una parte o la totalidad de su patrimonio que adquirió con
mucho esfuerzo. Para la clase trabajadora no hay ningún apoyo, ya que el gobierno
socialdemócrata de la 4T ha decidido eliminar el fideicomiso para el Fondo Nacional para
Desastres Naturales (FONDEN), reduciendo así el presupuesto para atender a la
población ante los fenómenos naturales.
Incluso en situaciones de desastre, el Estado vela por la clase a la que sirve, en este caso
a la burguesía, a la clase capitalista. El capitalismo no tiene como prioridad proporcionar
viviendas dignas ni servicios de alcantarillado eficientes para evitarle calamidades a la
clase obrera. En lugar de ello, lo que se puede esperar que se haga con los 26 millones
de pesos que están destinados a “reparar los daños” es que se utilicen para reparar las
plazas comerciales y alguno que otro fraccionamiento dañado por las inundaciones. El
cómo le hará la clase trabajadora para sobreponerse al golpe, es un problema que al
estado no le interesa.
Es importante mencionar que la sociedad actual cuenta con la tecnología necesaria para
resolver los problemas de vivienda y crear la infraestructura necesaria para mitigar los
riesgos por el impacto de fenómenos hidrometerológicos. El problema es que la
construcción de viviendas se encuentra concentrada en las manos de una sola clase, la
burguesía, quienes además las venden en precios exorbitantes que muchas veces no la
clase trabajadora paga por décadas o no tienen acceso a ella.
Es necesaria la expropiación de la vivienda por parte de la clase trabajadora para
planificar el crecimiento urbano de acuerdo a las necesidades de las y los trabajadores y así evitar que los fenómenos naturales alteren de manera tan negativa la calidad de la
mayoría de la población. Esto no es un sueño, ni una utopía, puede materializarse con la
revolución socialista, con la construcción del socialismo-comunismo.
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