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La clausura de 4 granjas porcícolas

Por Manuel Mejía


En los últimos años la industria porcícola y las granjas derivadas de esta han incrementado tanto su producción como su presencia en Yucatán de la mano de Kekén, propiedad del monopolio Grupo Kuo. Una de las problemáticas inherentes a la construcción de estas granjas es el despojo de tierras a los ejidatarios, la contaminación de la tierra, entre otras. El impacto ambiental es uno de los efectos más visibles ya que las heces de cerdo que se generan terminan siendo desechadas en las tierras que hay alrededor contaminando el manto freático de Yucatán.


Como resultado de lo anterior, se han levantado múltiples denuncias contra Kekén por parte de las comunidades y diversas organizaciones que exigen la clausura de dichas granjas. Por otro lado, se han generado investigaciones que arrojan datos sobre el impacto ambiental que dicho monopolio deja a su paso, como el informe realizado por Greenpeace titulado “La carne que está consumiendo al planeta”. En dicho informe se menciona que “únicamente cuentan con Manifestación de Impacto Ambiental, 22 de las 257 granjas identificadas en la Península de Yucatán. […] 122 de estas granjas se encuentran en regiones de atención a la biodiversidad”.[1]


En noviembre del 2020, 21 comunidades y diversas organizaciones presentaron una denuncia a nivel regional en contra de las granjas ante diversas autoridades estatales que, en teoría, velan por el medio ambiente, como la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua).


Como resultado de dichas denuncias levantadas, el pasado 26 de mayo de 2021, la Profepa clausuró 4 granjas porcícolas ubicadas en los municipios de Maxcanú, Kinchil, Opichén y Mérida. El motivo de las clausuras fue “no contar con las autorizaciones en materia de impacto ambiental, por las afectaciones a la biodiversidad, por no presentar los resultados de sus descargas de aguas residuales, y una inadecuada gestión y manejo de sus residuos peligrosos”.[2]


Este es un logro para las comunidades y el medioambiente, pero no por ello debemos dejar aun lado que dichas clausuras bajo el capitalismo solo son pasajeras y momentáneas, porque si hoy se les negó seguir construyendo, mañana se cambiarán de municipio donde puedan continuar con su producción, ya que, como menciona Marx: “La producción capitalista […] sólo desarrolla la técnica y la combinación del proceso de producción social minando simultáneamente las fuentes de toda riqueza: la tierra y el obrero[3], y si recordamos que es el Estado burgués quien gestiona los intereses de los capitalistas (en este caso, Grupo Kuo) para aumentar sus ganancias, debe ir quedando más claro que esta lucha también tiene que apuntar hacia la destrucción del capitalismo.

En ese sentido, un aprendizaje que nos deja esta lucha es que debemos fortalecer la organización, no quedarnos únicamente en hacer uso de los huecos en la legalidad burguesa, buscar en todo momento la alianza entre comunidades, trabajadores, estudiantes y sectores populares, ya que solo así podremos ganar terreno a los capitalistas. Si no combinamos todas las formas de lucha, si la acción legal no va de la mano con la movilización, cada vez va a ser más difícil irle arrancando victorias a la burguesía.


Para finalizar, ante lo ya mencionado debemos hacernos la pregunta obligada: ¿Qué nos espera con la llega del Tren Maya? Retomemos la ya mencionada investigación hecha por Greenpeace, que menciona lo siguiente: “Actualmente, en la península de Yucatán se encuentran 14.2% de las granjas porcícolas identificadas en la República Mexicana, y el estado de Yucatán provee 9% de la producción nacional. Los números indican que la producción local va en aumento, ya que esta industria crece a 4.5% anual, un porcentaje incluso mayor que el de Sonora y Jalisco (2.6 y 1.7%, respectivamente), principales productores de carne de cerdo en México (OCDE, 2019)”.[4] En este sentido, el panorama que le espera no solo a Yucatán sino a toda la Península significa un mayor aumento de la industria cárnica, misma que se verá favorecida por la llegada del mal llamado “Tren Maya”.


El socialismo se presenta como la única forma de asegurar nuestra supervivencia ante este futuro sombrío. Mientras el capitalismo, todos los días, nos da más muestras de que no le importa destruir el medio ambiente (al mismo tiempo que explota a nuestra clase) con tal de aumentar sus ganancias, la historia de la construcción del socialismo en la URSS nos demuestra con creces que la economía planificada va de la mano con la preservación y el respeto al medio ambiente. Esto encuentra su lógica en que “para atender al mismo tiempo al cuidado del ambiente y a las necesidades de la sociedad, se requiere la racionalización de la producción que deviene de la planificación económica, y que es una característica de la economía socialista. Así pues, la única forma real de frenar la devastación ambiental es la transformación de la base económica de la sociedad, construyendo las relaciones socialistas de producción. Es apremiante atender la crisis ambiental. Es un motivo más que afirma la urgencia de contribuir a la lucha por el socialismo”.[5]


[2] Ibíd.


[3] Karl Marx. El Capital. Tomo I. Editorial Progreso, Moscú, 1991. p. 464.


[4] La carne que está consumiendo al planeta. Investigación hecha por la ONG Greenpeace. Disponible en: https://www.greenpeace.org/static/planet4-mexico-stateless/2020/05/188dc911-reporte_granjas_webok3.pdf


[5] Ángel Chávez Mancilla. Ecología socialista. El plan agrícola y forestal de la Unión Soviética (1949-1965). Disponible en: https://elmachete.mx/index.php/2020/07/03/ecologia-socialista-el-plan-agricola-y-forestal-de-la-union-sovietica-1949-1965/



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