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La crisis capitalista y las pandemias que vendrán

Por: Cristóbal León Campos.


Cartel que advierte sobre la viruela del mono en Canadá. Fuente: El País.


I


Algunos meses atrás reflexionábamos sobre la continuidad de la pandemia de Covid-19 en el mundo, así como respecto a las desigualdades que ha revelado, pues más que generar por cuenta propia afectaciones, lo que el coronavirus ha hecho es desenmascarar que los discursos de progreso, bienestar y desarrollo socioeconómico que se enarbolaron por décadas, tanto en México como en una buena parte del orbe, son solo para la clase dominante y no para la inmensa mayoría de la población trabajadora.


Los recientes anuncios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) respecto a la viruela del mono, que, apenas unas semanas atrás había descartado como un riesgo mundial, pero que ahora comienza a divulgar opiniones que advierten la proximidad de una nueva declaratoria de pandemia por este virus, lo cierto es que esta afectación ya presente en México, al igual que la Covid-19, son signos de que la pandemia no sirvió para cambiar el rumbo, sino que se profundizó el malestar causado por el capitalismo a nivel mundial y que ahora este sistema económico seguirá trayendo consecuencias devastadoras para la salud.


Aún hoy, hay países que no han logrado vacunar ni a la mitad de su población, hay regiones que se ven devastadas por la paralización de los sectores productivos, aunque esto es un efecto de la lógica del capitalismo, ya que esa lógica lo que genera es la acumulación de riqueza y mercancía en manos de pocos y en mercados exclusivos para los burgueses, mientras millones de seres humanos viven en pobreza y hay países que no pueden producir y tampoco reciben mercancías necesarias para su desarrollo y bienestar poblacional, como son las vacunas.


El virus de la Covid-19 contribuyó de manera alterna a desenmascarar los discursos de la burguesía y de los funcionarios a su servicio que aseguraban habíamos entrado en un estadio sin igual de “progreso”, pero la realidad es otra. La desarticulación de los servicios de salud y seguridad social para millones de proletarios llevó al grado extremo de que millones de seres humanos han fallecido por la pandemia y, justo ahora en que se escribe y se lee este artículo, muchos más están sucumbiendo por este virus y la falta de capacidad y respuesta a favor de la existencia humana.


Ahora, con la posibilidad casi segura de que la viruela del mono sea decretada como pandemia, esos mismos servicios de salud desarticulados y no rearticulados en estos más de dos años de Covid-19, volverán a verse entre la espada y la pared, y así seguirá ocurriendo mientras no exista un sistema económico que coloque entre sus prioridades el reforzamiento de las estructuras de salud para toda la humanidad.


El mundo afronta también los efectos económicos de una guerra imperialista de reacomodo de las economías capitalistas. Millones de dólares se invierten en armamento para que Rusia, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea sigan disputándose los mercados por donde pasen sus capitales, porque si bien es cierto que la provocación inicial del conflicto está en los intereses estadounidense en la región, tan bien lo es el hecho de que Rusia agrede a otro país en aras de los intereses de la burguesía de su propio país. Por lo tanto, los proletarios del mundo no pueden colocarse de lado de ninguno de los países imperialistas en conflicto y deben oponerse a la guerra imperialista a como dé lugar.


Algunas de las pandemias que vendrán ya estaban presentes, la brutalidad del capitalismo, que encabeza gobiernos y rige economías, junto al incesante deseo de acumulación, devastan al mundo y a la humanidad. El hambre, el desempleo, la precariedad, la explotación e injusticia siguen su marcha.



II


La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado a la viruela de mono como emergencia global, su presencia se ha confirmado ya en al menos 75 países y el rápido avance de los contagios despiertan los temores vigentes. No hemos finalizado de padecer los efectos de la Covid-19 y la amenaza de otra pandemia se vuelve más latente. ¿Será que con esta nueva advertencia para la humanidad podamos ver cambios dirigidos al cuidado de la salud en el mundo sin que los intereses privados mermen los esfuerzos reales por el bienestar? Desafortunadamente, sin aires de pesimismo, me adelanto a decir que no. Al menos, no mientras sigamos bajo el régimen capitalista que desarticula los derechos humanos y enfatiza la acumulación de la riqueza en pocas manos. Un ejemplo reciente es el golpe al régimen de jubilación a nivel local en Yucatán (ISSTEY) que se presenta como un gran avance para los derechos de los trabajadores cuando en realidad es un nuevo avance, pero en el deterioro de la calidad de vida de las generaciones mayores y de la seguridad a futuro de las generaciones más jóvenes.


La crisis económica capitalista, este nuevo ciclo de agudización de las contradicciones entre capital y trabajo, así como la precarización del salario como resultado de estas contradicciones, afecta a millones de proletarios en el mundo y golpea su poder adquisitivo. Un ejemplo de ello es la inflación, que no es más que el resultado de las políticas económicas de los Estados burgueses para que la crisis la paguen los proletarios, pues la llamada “libre competencia” (lo cual es una ilusión, porque desde hace mucho que la competencia o el comercio dejaron de ser libres) favorece a la monopolización y al acaparamiento efectuado por los grandes monopolios, mismas que hoy se ven vinculadas en una serie de conflictos interimperialistas como la guerra en Europa o las disputas políticas al interior de México y en varias naciones del continente americano. Los costos de ello los pagaremos las y los trabajadores.


Una serie de muestras de inconformidad y malestar social se han podido observar en los meses recientes piquetes de lucha proletaria, emplazamientos a huelga, paros laborales y el inicio de nuevas experiencias organizativas para la defensa de los derechos laborales y de salud. Se abre el camino de una época convulsa que se anuncia en estas expresiones de reclamo, pues ya se ha dicho que si algo dejó muy en claro la Covid-19, fue justamente las condiciones extremas de trabajo y la falta derechos que enfrentan millones de trabajadores y trabajadoras en el mundo, siendo México una muestra particular de esas injusticias.


A pesar de las promesas de la socialdemocracia sobre que se iban a echar atrás las políticas de choque que se impusieron durante la gestión llamada “neoliberal”, bastaron dos años de pandemia para evidenciar que la socialdemocracia continúa con las mismas políticas anti-obreras y anti-populares. Al final, como ya se sabía desde mucho antes, eso terminó siendo una limpieza del polvo para que se observe mejor la naturaleza del capitalismo de una manera más clara.


Estamos en una etapa de reacomodo del sistema interimperialista, no solo en América Latina, sino en todo el mundo. Los imperialistas se disputan los mercados y las materias primas afectando a los pueblos. Las pandemias venideras tienen un rostro ya conocido para la humanidad desde hace mucho tiempo.

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