La fuerza de la clase trabajadora internacional es fundamental para detener el genocidio en Palestina
- chaksaastal
- 26 oct
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Por: Coordinadora Sindical Unitaria de México – Sección Yucatán.

Lo que sucede en Palestina tiene raíces profundas que se remontan a más de un siglo. Bajo el Imperio Otomano, la región que hoy comprende Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza estaba habitada predominantemente por árabes palestinos, con comunidades judías minoritarias, y era conocida como Palestina. Tras la Primera Guerra Mundial y el desmoronamiento del Imperio Otomano, el mandato británico sobre Palestina fomentó tensiones crecientes entre la población árabe palestina y los inmigrantes judíos que llegaban impulsados por el sionismo, una ideología promovida por sectores de la burguesía judía con el propósito de establecer un Estado en territorio palestino, desplazando a su población originaria.
Después de años de tensiones, en 1947-1948, la partición decidida por las Naciones Unidas y la posterior declaración del Estado de Israel provocaron una guerra en la que miles de palestinos fueron expulsados de su tierra, hecho conocido como la Nakba (“catástrofe”). Desde entonces, la ocupación israelí de los territorios palestinos se ha expandido, mientras la violencia y el despojo contra la población palestina han aumentado bajo el amparo político, económico y militar de las potencias capitalistas.
El 7 de octubre de 2023 marcó una nueva escalada en la violencia que Israel ejerce sobre el pueblo palestino. En esa fecha, grupos de resistencia armada palestina lanzaron una operación denominada October 7 Attacks (también conocida como Operación Al-Aqsa Flood) desde la Franja de Gaza hacia territorio israelí. Se utilizaron cohetes, incursiones terrestres, paracaídas y vehículos para penetrar las barreras de seguridad israelíes, asaltar comunidades cercanas a Gaza y tomar rehenes. Este hecho desencadenó una respuesta militar de gran envergadura por parte de Israel, con bombardeos intensos, incursiones terrestres y el endurecimiento del bloqueo que ya asfixiaba la vida cotidiana de millones de palestinos.
En los meses siguientes, la Franja de Gaza ha sufrido una destrucción masiva de su infraestructura, un desplazamiento forzado de la población, y una escasez extrema de alimentos, agua, medicinas y servicios básicos. El impacto humano es devastador: miles de víctimas civiles palestinas, la aniquilación de comunidades enteras, incluso de campamentos de refugiados y una emergencia humanitaria que diversas organizaciones de derechos humanos han calificado como violación grave del derecho internacional humanitario. Todo ello confirma que esto no se reduce a una disputa territorial, sino que expresa una relación de dominación política, económica y militar impuesta sobre un pueblo a través de un genocidio.
Ante esta realidad de ocupación, despojo y exterminio del pueblo palestino, la clase trabajadora internacional ha comenzado a reaccionar. En distintos países, sindicatos, federaciones y colectivos obreros han levantado su voz contra la maquinaria bélica y el comercio de armas que sostienen al Estado de Israel. Estas acciones, que van desde bloqueos portuarios y huelgas en universidades, hasta mandatos sindicales de objeción laboral, expresan una conciencia creciente de que la lucha del pueblo palestino no es un asunto distante, sino parte de la misma confrontación entre el capital y los pueblos oprimidos del mundo. En ellas se manifiesta el principio de solidaridad internacional de clase, que entiende que ningún trabajador debe contribuir al sometimiento de otro pueblo y que esto es una forma de resistencia contra el imperialismo y la guerra. Mencionaremos algunos de las principales acciones de la clase trabajadora como una forma de solidarizarse con el pueblo trabajador palestino.
El 31 de octubre de 2023, en Bélgica, los sindicatos ACV Puls, BTB, BBTK y ACV-Transcom emitieron una instrucción sindical nacional en la que llamaron a sus afiliados a no manipular cargamentos militares con destino a Israel. La decisión se basó en denuncias de trabajadores aeroportuarios —especialmente en Lieja— que observaban tránsito constante de armamento. Esta resolución, indefinida en el tiempo, demandaba el alto el fuego inmediato y el cese de todo comercio de armas, evidenciando una clara conciencia de clase frente al papel de Bélgica en la cadena logística de guerra (United Left; Business & Human Rights Resource Centre).
Pocos días después, el 3 de noviembre de 2023, en el Puerto de Oakland (California, EE. UU.), una coalición local encabezada por el Arab Resource & Organizing Center (AROC) organizó un bloqueo portuario que retrasó durante casi diez horas la salida del buque militar MV Cape Orlando —parte de la flota de reserva del gobierno estadounidense (MARAD)—. La acción impidió el trabajo normal de los estibadores y fue una muestra concreta de solidaridad internacionalista. Su demanda central fue clara: alto el fuego y fin del envío de armas a Israel (Local News Matters; CBS News).
El 6 de noviembre de 2023, la protesta se extendió a Europa. En el Puerto de Barcelona, el sindicato de estibadores OEPB–Coordinadora decidió en asamblea “no permitir la actividad de barcos con material bélico”, estableciendo un boicot laboral indefinido mientras persistiera la ofensiva israelí. Su consigna combinó el cese al fuego con la exigencia de respeto a los derechos humanos y consolidó a la clase portuaria catalana como referente de la solidaridad obrera (Business & Human Rights Resource Centre).
Ese mismo día, pero al otro lado del Pacífico, en el Puerto de Tacoma (Washington, EE. UU.), cientos de trabajadores y manifestantes bloquearon los accesos y terminales ante la llegada del mismo buque Cape Orlando. La interrupción de las operaciones portuarias simbolizó la negativa de los trabajadores a servir a los intereses de la guerra. La jornada, que duró varias horas, tuvo como exigencia el cese inmediato de las agresiones contra Palestina (Maritime Executive; AP News; King5.com).
El 10 de noviembre de 2023, la acción pasó al terreno industrial. En Rochester (Reino Unido), la red Workers for a Free Palestine (WfFP) —integrada por militantes sindicales de Unite, Unison, GMB, UCU, BMA, entre otros— realizó un bloqueo total de la planta de Instro Precision (subsidiaria de Elbit Systems). Durante casi ocho horas se detuvo la producción de componentes bélicos destinados a Israel. La demanda fue detener la fabricación y envío de armas empleadas en la ocupación y el genocidio del pueblo palestino (Business & Human Rights Resource Centre; Jacobin).
A comienzos de 2024, el ILWU Local 10 (International Longshore and Warehouse Union), sindicato histórico del sector portuario estadounidense, inició una campaña y aprobó una resolución que declaraba que sus miembros no manejarían cargamentos militares con destino a Israel. La medida, adoptada tras masivas concentraciones en el puerto de Oakland el 13 de enero y ratificada en una moción unánime el 1 de mayo, se convirtió en una posición política-laboral permanente, parte del legado internacionalista del ILWU (Labor for Palestine; Indybay; Internationalist.org).
El 5 de abril de 2024, en Canadá, las principales centrales sindicales —PSAC, CUPW, CUPE y NUPGE— publicaron una declaración conjunta exigiendo al gobierno suspender el comercio de armas con Israel. Aunque no se trató de una huelga, el pronunciamiento representó un mandato sindical nacional, de carácter indefinido, que fortaleció las campañas de embargo y presión parlamentaria. Ese mismo mes, la Cámara de los Comunes votó a favor de suspender futuras ventas, aunque la resolución no fue vinculante (Public Service Alliance of Canada; NUPGE).
Entre el 20 de mayo y el 7 de junio de 2024, el sindicato UAW 4811 (United Auto Workers Local 4811) convocó una huelga por Prácticas Laborales Desleales (ULP strike) en la Universidad de California, en respuesta a la represión contra manifestaciones pro-Palestina. Su plataforma incluyó demandas de libertad de expresión, defensa del derecho a la protesta y solidaridad con Palestina. El paro, que duró 19 días efectivos, fue suspendido por orden judicial, pero se convirtió en un hito en la articulación del movimiento estudiantil y laboral estadounidense (Workers in Palestine).
El 21 de octubre de 2024, en el Puerto del Pireo (Grecia), el sindicato ENEDEP (Union of Stevedores and Cargo Handling Workers) detuvo un camión que transportaba 21 toneladas de munición provenientes de Macedonia del Norte y destinadas a Israel, impidiendo su carga. La acción, que duró varias horas, denunció la complicidad de la OTAN y exigió el freno inmediato al envío de armas, consolidando el papel de los trabajadores griegos como vanguardia antimilitarista (Reuters; Globes).
Meses después, el 4 y 5 de junio de 2025, los Ouvriers Dockers CGT del puerto de Marsella-Fos (Francia) se negaron a cargar un contenedor con piezas de ametralladoras de la empresa Eurolinks. El buque zarpó sin la carga, y los trabajadores declararon que no participarían en el genocidio. La acción, de una jornada, tuvo repercusiones legales y amplió el precedente de desobediencia laboral contra el comercio de armas (Le Monde; France 24; RFI).
El 25 de julio de 2025, en Génova (Italia), los trabajadores portuarios organizados en la Unione Sindacale di Base (USB) y el Collettivo Autonomo Lavoratori Portuali (CALP) protagonizaron una jornada de protesta frente al ayuntamiento y en el entorno portuario. Exigieron frenar el tránsito de armas hacia Israel y fortalecer los boicots e inspecciones portuarias. La movilización, que duró un día, forma parte de una campaña sostenida de acción directa obrera (Ports Europe).
El 14 y 15 de julio de 2025, el sindicato Unite the Union, el más grande del Reino Unido, aprobó en su Policy Conference una resolución para respaldar a sus afiliados que se nieguen a fabricar, manipular o transportar armas destinadas a Israel. La resolución, de carácter permanente, constituye un mandato sindical de objeción laboral y exige al gobierno un embargo total de armas (Novara Media; The Jewish Chronicle).
Durante junio y julio de 2025, en Canadá, diversas plataformas sindicales y la campaña Arms Embargo Now publicaron un informe que documentó 47 envíos de empresas canadienses a firmas israelíes entre octubre de 2023 y julio de 2025. El reporte fortaleció los mandatos sindicales y aumentó la presión política y laboral para detener el comercio de armas (ArmsEmbargoNow.ca; Hamilton Coalition to Stop the War).
En Brasil, el 6 de marzo de 2024, la Central Única dos Trabalhadores (CUT) aprobó una resolución nacional que exigía poner fin a la cooperación militar con Israel y organizar acciones de solidaridad con Palestina. Aunque no hubo bloqueos portuarios, el mandato político-sindical, de carácter indefinido, reforzó la articulación continental en defensa del embargo (CUT; TRAMPO – Trabalho e Economia Solidária).
Finalmente, entre agosto y septiembre de 2025, en México, una coordinadora de sindicatos y organizaciones —que reunió a cerca de trescientos gremios, incluyendo secciones de la CNTE, STUNAM y SITUAM— realizó pronunciamientos y movilizaciones exigiendo la ruptura de relaciones político-militares con Israel y promoviendo la convocatoria a un paro nacional. Si bien no hay registro de bloqueos laborales a barcos o trenes, la acción consolidó una posición unificada de la clase trabajadora mexicana contra la complicidad imperialista (La Jornada; Periodistas Unidos).
Los sindicatos palestinos han emitido un llamado urgente a la clase trabajadora internacional para que se movilice activamente contra la guerra de exterminio que sufre el pueblo palestino. El llamado denuncia que la agresión israelí no podría sostenerse sin la participación directa o indirecta de los trabajadores y trabajadoras, cuya fuerza de trabajo es utilizada para producir, transportar y mantener el flujo de mercancías, principalmente armas hacia Israel. Por ello, las organizaciones palestinas exhortan a los sindicatos de todos los sectores a ejercer el poder de la clase obrera mediante huelgas y acciones coordinadas que obstaculicen la maquinaria bélica.
Asimismo, se exhorta a tomar medidas contra las empresas cómplices del asedio y la ocupación, particularmente aquellas que mantienen contratos con gobiernos, universidades o instituciones públicas, denunciando su papel en la cadena económica de la guerra. Y se pide presionar a los Estados para que suspendan todo comercio militar con Israel, pongan fin a la cooperación en materia de defensa y rompan relaciones económicas con el Estado genocida de Israel.
Más allá de la denuncia inmediata, esta convocatoria reafirma un principio fundamental del movimiento obrero internacional: ningún trabajador debe ser ajeno a la opresión de otro pueblo. La solidaridad con Palestina no se limita a la protesta moral, sino que implica la acción directa de la clase trabajadora organizada, capaz de detener la producción y circulación de los instrumentos de guerra del imperialismo.
Ahora bien, ante todo lo expuesto, surge una serie de preguntas: ¿Qué podemos hacer como trabajadoras y trabajadores frente a esta realidad? ¿Seguiremos permitiendo que nuestra fuerza de trabajo alimente la maquinaria de guerra y sostenga los intereses del capital? ¿O seremos capaces de convertir nuestros centros de producción, de transporte y de conocimiento en trincheras de dignidad y solidaridad internacionalista? ¿Qué significaría hoy una huelga verdaderamente consciente de su papel histórico, detener no solo la explotación en nuestros países, sino también el flujo de recursos que sostienen la opresión de otros pueblos? Estas preguntas no buscan una respuesta inmediata, sino despertar la conciencia de que la lucha del pueblo palestino es también la lucha de la clase trabajadora mundial por su emancipación y por el fin de toda forma de dominación.








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