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La juventud trabajadora, entre la precariedad y el desempleo

Por Carlos Parra


El panorama mundial derivado de la contingencia sanitaria por COVID-19, puso en jaque no solo a la economía mundial, sino también a la clase obrera, el paro de labores, recorte de personal, despidos injustificados y descanso obligatorio a costa de días de vacaciones, y demás consecuencias fueron cargadas por los hombros maltrechos de una clase trabajadora precarizada y dejada a su suerte.


Entra las filas de nuestra clase, se halla la juventud trabajadora, la fuerza laboral en la cual recae más fuerte el peso de la precarización que como proletarios somos objeto, el casi nulo acceso a jubilación o pensión, los puestos de trabajo por subcontrato (puestos que no les permite generar antigüedad), el limitado acceso a una educación básica, media o superior, han dejado a la juventud trabajadora al desdén de los embates del capitalismo y más aún en los tiempos de COVID 19.


La crisis agudizada por la emergencia sanitaria ha hecho eco en la juventud trabajadora de México, siendo esta una de las más afectadas en materia de desempleo, solo en el cierre del año 2020, a 10 meses de pandemia, se perdieron alrededor de 647,000[i] puesto de trabajo formales (según estadísticas oficiales del Instituto Mexicano del Seguro Social), que en su mayoría eran puestos ocupados por jóvenes.


Esto ha dejado en evidencia la vulnerabilidad de la juventud trabajadora dentro de los marcos del capitalismo, puesto que estos son objeto de despidos debido a la “poca experiencia” y la falta de seguridad laboral con la que cuentan. Esto termina por orillarlos a optar por aceptar trabajos en condiciones pésimas con tal de ayudar con el sustento de la familia, siendo este tipo de puestos laborales (sin prestaciones, y sueldos paupérrimos) justificados bajo la premisa de estar aprendiendo o haciendo sus prácticas profesionales.


Las consecuencias de la crisis de sobre producción capitalista, recaen de peor manera en los hombros de una juventud trabajadora, que es arrojada a sufrir los efectos de la precarización de su fuerza de trabajado, que sumado a las pésimas condiciones de vida y los nulos derechos laborales al que el capitalismo los ha arrojado a vivir, ha producido importantes problemas en la salud emocional de la juventud, como son la depresión y la ansiedad, que los termina lanzando al consumo de drogas o alcohol.


Por su parte el gobierno federal encabezado por la socialdemocracia de la 4T, ha incentivado el aumento de la precarización de la juventud trabajadora, implementando políticas asistencialistas que terminan por deteriorar aún más la situación de los jóvenes, perpetuando con ello la explotación laboral. Ejemplo de ello ha sido el programa federal implementado durante los primeros meses de la gestión de obrador, que dejaba a los jóvenes trabajadores a merced de los monopolios y empresas nacionales, contribuyendo a mal vender su fuerza de trabajo bajo el fundamento de “ganar experiencia”.


En el sistema de capital, los jóvenes de la clase obrera, y sectores populares (así como la clase trabajadora en general), están condenados a la precarización y a sufrir la embestida del capitalismo que día con día se agudiza, obligando a muchos a dejar sus estudios para dedicar gran parte de su tiempo y su vida a trabajar, desprendiéndose de realizar actividades recreativas como el deporte, arte, pasar tiempo con la familia, etc.


Para la juventud trabajadora dentro de los marcos del capitalismo, tener una buena condición de vida, acceso a la vivienda, empleos bien remunerados y hasta una vida plena, se han vuelto sueños inalcanzables para la mayoría, por ello es necesario mirar a un nuevo porvenir, derrocando las bases materiales donde se cimentan estas condiciones y construir unas nuevas, donde la riqueza socialmente productiva no quede en el poder de unas cuantas manos.




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