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La llamada acumulación originaria y los pueblos indígenas en la actualidad

Actualizado: 4 feb 2021

Por Chak Sáastal


En el capítulo XXIV del Capital, Marx rebate las concepciones idílicas de los economistas políticos burgueses que hablan de una “acumulación originaria” como si esta fuese producto del genio y del esfuerzo de los capitalistas. Marx pone en evidencia la historia repleta de sangre y de crueldad en la que unos cuantos usurpadores se han apoderado del trabajo ajeno. Esta acumulación, producto del despojo, no es solo el punto de partida del capitalismo, sino que es condición necesaria para el proceso continuo de expansión del capital; proceso interminable mientras este no sea abolido.


A mediados del milenio, las fuerzas productivas de las sociedades europeas habían alcanzado tal grado de desarrollo que se veían constreñidas por la geografía local. En busca de nuevas materias primas, de nueva mano de obra y de nuevas rutas, los europeos se dieron a la tarea de recorrer el mundo, encontrando quizá más de lo que esperaban. La llegada a América fue, sin duda, un acontecimiento altamente celebrado por las clases dominantes europeas: habían "descubierto" un mundo entero lleno de riquezas y de productores de riquezas. Este hecho aunado a muchos otros, llenó abundantemente las manos de pequeños sectores de Europa con oro y plata cubiertos en sangre.


A los absolutismos monárquicos los sucedieron las democracias burguesas, consolidadas solo después de haber aniquilado y sometido a la nobleza. Bajo el amparo de leyes creadas ex profeso, la nueva clase dominante “liberó” a la servidumbre de sus cadenas monárquicas, dejándola ni más ni menos que en la más terrible miseria: sin tierras y sin medios de trabajo. Por otro lado, y también bajo amparo legal, campesinos en toda Europa fueron brutalmente masacrados y saqueados por las clases dominantes. El principal genio de la naciente burguesía consistió en maquinar las más brutales torturas y matanzas para arrebatarle a las masas trabajadoras sus pertenencias. Nada de historias infantiles de honradez y trabajo duro.


Estos saqueos constituyeron la mayor parte de la riqueza de la nueva clase, de su capital. Capital en expansión perpetua; capital insaciable que sigue creciendo por métodos similares en nuestros días. Los pueblos originarios del mundo son acosados, violentados y saqueados continuamente por la burguesía de todo el mundo. Les pertenecen tierras y recursos de gran interés para los capitalistas. Los despojos y las masacres son su pan de cada día. Y tanto el Estado como las leyes se dan a la tarea de promover y facilitar el saqueo, la extracción.


Los indígenas cada vez conocen más esa “libertad” de la servidumbre: se les ha liberado de sus tierras y de todo aquello que mediaba entre ellos y la naturaleza: sus medios de producción. Se van convirtiendo en proletarios, en sujetos desposeídos, en propietarios de nada más que su fuerza de trabajo. Sin nada más que sus cuerpos, terminan por someterse a los trabajos peor retribuidos, en las condiciones más humillantes.


En la Península de Yucatán, el Tren Maya y todos los megaproyectos energéticos y desarrollos turísticos asociados a él son el perfecto ejemplo de lo que se ha conocido como acumulación por desposesión. Una gran masa de ejidatarios está perdiendo sus tierras a un ritmo acelerado. Las instituciones privadas y estatales actúan al unísono para arrebatarles sus codiciadas tierras usando toda clase de engaños y artimañas. Tierras que serán usadas para la explotación más brutal de recursos y de mano de obra indígena.


El “Paraíso Maya”, las “Tierras del Mayab”, como los burgueses llaman a esta región, son ya el paraíso de la burguesía nacional e internacional: tierras dedicadas por completo al turismo. Paraíso de burla y miseria para los pueblos indígenas, paraíso de narcotráfico, paraíso de prostitución infantil, paraíso de trata de mujeres, paraíso de violencia. Porque es lo que ha dejado el turismo en México ahí donde más se ha desarrollado. El capital sigue y seguirá creciendo valiéndose de la violencia y la muerte, así como la ha hecho en los últimos siglos. Solo con su abolición y la construcción del socialismo tendremos la oportunidad de construir un nuevo mundo, justo para todas y todos.



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