Por Guillermo Uc.
Al acercarse el final del siglo XIX y comienzos del XX, Lenin, que para ese momento formaba parte del ala más revolucionaria de la socialdemocracia[1] rusa, en una serie de textos que van desde Las tareas de los socialdemócratas rusos, pasando por ¿Por dónde empezar? hasta llegar al célebre ¿Qué hacer? (que tendría su reafirmación en Un paso adelante, dos pasos atrás) fue esbozando las características que debería tener la organización de la parte más avanzada del movimiento obrero, la cual debería diferenciarse no solo de los sindicatos y otras organizaciones que luchan, principalmente, por las reivindicaciones económicas de la clase, sino también, en términos ideológicos, programáticos y organizativos, de otros partidos en ese momento existentes.
Al realizar su estudio, basándose en las experiencias del movimiento obrero en otras latitudes del mundo, Lenin llega a la conclusión de que dicha organización debería ser una en donde confluyera la parte más decidida del movimiento obrero, los mejores elementos de la clase trabajadora, un partido de revolucionarios profesionales que dedicaran su vida a la lucha por la revolución socialista que, a diferencia de los sindicatos u otras organizaciones más amplias (que no dejaban de ser necesarias), debería caracterizarse por su férrea disciplina y su espíritu de conspiración permanente que le permitiera sortear la represión y persecución del zarismo, y poder reorganizarse con agilidad a lo interno para garantizar su permanencia y constante funcionamiento.
A pesar de que, desde un inicio, las formas organizativas de los partidos comunistas fueron criticadas sin fundamento por los economicistas y oportunistas, lo cierto fue que esa estructura interna, su decidido compromiso de profesionalizarse en la lucha revolucionaria y su composición de clase fueron los elementos que permitieron al Partido Bolchevique no solo sobrevivir en momento de adversidad sino también triunfar, y para nada apartado de las masas, como acusaban los oportunistas, sino ligado indisolublemente a ellas. De ahí la necesidad de la existencia del Partido Comunista, la defensa de sus características revolucionarias y el combate hacia el oportunismo entre el movimiento obrero en todas sus formas.
En todo el mundo, las y los comunistas han tenido que enfrentarse al oportunismo, pues la existencia de elementos anticomunistas infiltrados en el movimiento obrero es algo inherente a la existencia misma de la burguesía. No obstante, en el caso de México, debido a los cauces que tomó el movimiento comunista y el movimiento obrero, esta lucha ideológica en la que se ha de defender la existencia del Partido Comunista tiene características particulares, mismas que se han intrincado todavía más con la llegada al gobierno de la socialdemocracia representada por la 4T.
Por características particulares nos referimos al curioso hecho de que, si bien no todos, una parte significativa de los que hoy engrosan las filas del oportunismo en algún momento estuvieron vinculados al histórico Partido Comunista Mexicano, que fue infectado por el eurocomunismo.[2] Este es un fenómeno que ha ocurrido a lo largo y ancho del país en diferente grado, pero que resulta más grave aun cuando dichos oportunistas intentan infiltrar al movimiento obrero y popular “desde abajo”, desde las organizaciones de masas del proletariado, ya no solo desde los altos órganos del Estado. Es por ello que consideramos oportuno y necesario analizar la actuación, formas, maneras y discursos de los oportunistas en el movimiento obrero y popular en nuestro país que, en algunos casos, al percibir el avance del Partido Comunista entre lo que hasta ahora habían considerado su patrimonio, han hecho lo inimaginable para intentar hacernos retroceder.
Bajo estas condiciones, las y los comunistas no solo hemos tenido que hacer frente a los ataques abiertos de la burguesía, sino también de los oportunistas que en secreto esperan algo de la 4T, que no tienen el mínimo empacho en gritar a los cuatro vientos que ellos creen que el actual gobierno socialdemócrata es un gobierno “popular”, pero que frente al avance del partido del proletariado sacan su lado más reaccionario.
La actitud de estos sinvergüenzas no es obra de la casualidad, tiene orígenes históricos, los cuales abordaremos más adelante. Pero lo cierto es que, en la actualidad, ese retroceso ideológico que sufrieron los ha hecho colocarse del lado de los enemigos del proletariado que deben ser desenmascarados como tal, pues su labor no solo se limita al de ser meros aplaudidores de la socialdemocracia, sino que, con sus constantes intentos de excluir y apartar a las y los comunistas de las masas, con el pasar del tiempo se han convertido en verdaderos agentes de la burguesía con una fraseología pseudo socialista.
“Apartidismo” de palabra
Resultado del triunfo de la contrarrevolución en la Unión Soviética y el campo socialista, la época posmoderna se ha caracterizado por introducir ideológicamente la idea de que las grandes organizaciones de lucha de las y los trabajadores son entes aterradores, autoritarios y corruptos, llámense frentes, sindicatos o incluso partidos. Estos últimos han sido los más golpeados por esta postura burguesa, particularmente en México, pues, sumado al desprestigio existente entre los partidos de la burguesía, ha permeado entre las masas la idea de que sus luchas deben estar lo más lejos posible de todos los partidos políticos.
Aquí el error no radica en buscar asegurar la independencia política de las organizaciones y del movimiento obrero con respecto a los partidos burgueses, pues es un objetivo de primer orden evitar que la burguesía, por medio de sus partidos, coopte a las organizaciones, que a éstas las mueva el clientelismo o que se supediten a los intereses de clase de la burguesía. El Partido Comunista es el primero en oponerse a la infiltración burguesa de las organizaciones proletarias por parte de sus partidos. El error radica en hablar de “apartidismo” en abstracto, en no hacer una diferenciación clara entre los partidos burgueses y los partidos obreros, entre ellos el Partido Comunista, y querer colocar a todos los partidos en el mismo saco, a medir a todos con la misma vara.
Sin embargo, nuestro partido es cualitativamente distinto a los partidos burgueses. Son muchas las características que separan al Partido Comunista de los partidos burgueses, pero para efectos de este artículo, de momento solo mencionaremos que la más importante es que, en una sociedad dividida en clases, principalmente entre la burguesía y el proletariado, el Partido Comunista es el que mejor representa los intereses de esta última clase y que es el más dispuesto y decidido al choque clasista con la burguesía hasta sus últimas consecuencias, el que tiene como objetivo fundamental el derrocamiento revolucionario del capitalismo y la elevación de la clase obrera a la cima del Poder para acabar con la explotación del hombre por el hombre.
Por lo tanto, la idea por sí sola de hacer una comparación mecánica y metafísica entre el Partido Comunista y los demás partidos no solo es una concepción inexacta, sino también burguesa. Empero, la existencia de esta idea en la conciencia de algunos compañeros es “entendible”; incluso tiene una explicación razonable, repetimos, debido a la fama que los partidos burgueses se han ganado a través de la historia de nuestro país. A diferencia de los oportunistas, nosotros no ponemos a todos los trabajadores que, de entrada, nieguen la presencia de militantes comunistas en los movimientos, como enemigos. Por el contrario, asumimos la tarea de explicar de manera fraterna la diferencia entre los partidos burgueses y el Partido Comunista.
Lo que no podemos tolerar es que ciertos “compañeros de lucha”, gente que lleva años participando en las diferentes movilizaciones de nuestra clase, gente que incluso llegó a militar en el histórico Partido Comunista Mexicano y que, en teoría, debería tener clara la diferencia entre nuestro Partido y los demás, sostenga esta postura burguesa. Y, peor aún, trabaje activamente para limitar nuestra participación o hasta marginarnos de participar en las experiencias organizativas de nuestra clase, con el supuesto argumento de que las luchas deben estar alejadas de “todos” los partidos, independientemente de su orientación de clase.
Ahora bien, incluso en la resolución de este “argumento” es posible percibir la mano negra del oportunismo, que realiza la labor de zapa de la burguesía, pues no tarda en revelarse que este supuesto “apartidismo” no es más que de dientes para afuera. Mientras que con una mano pretenden frenar la participación de los comunistas en las organizaciones de masas, con la otra invitan a miembros de partidos burgueses, particularmente del PRD y de Morena, con la clara intención de intentar neutralizar la influencia de nuestro partido entre la clase obrera y sus organizaciones.
Un análisis materialista nos permite encontrar los motivos detrás de esto. Lejos de limitarnos a un análisis idealista y maniqueo de que lo que mueve a los oportunistas a operar de esta manera son intenciones oscuras y perversas que se gestan desde su corazón, el marxismo-leninismo nos permite hallar la explicación en la realidad material, en el conflicto socio-clasista. Embelesados por la llegada de la socialdemocracia a la administración del Estado burgués, los oportunistas ponen al servicio de la 4T todos sus esfuerzos y energía por cooptar a las organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles, populares, etc., para la socialdemocracia, para mantener domesticadas a las luchas de la clase trabajadora. En realidad, de “apartidistas” no tienen nada, pues trabajan para uno o varios partidos de la burguesía. Su supuesto “apartidismo” se revela, más bien, como anticomunismo.
Anticomunismo en los hechos
La parte más reaccionaria de la burguesía mexicana asocia de manera ridícula a López Obrador y a la 4T con el comunismo, debido a que cualquier cosa que suene a “izquierda” (aun tratándose de la izquierda burguesa, como en el caso del actual gobierno) es comunismo para ellos. Poco más de 3 años de gobierno han bastado para demostrar no solo el rostro anti-obrero y anti-popular del gobierno de López Obrador, sino también su carácter anticomunista. Los oportunistas que laboran para la socialdemocracia lo tienen bien claro, y por ello asumen el anticomunismo como postura, aunque entre su palabrería se presenten a sí mismos como “marxistas-leninistas”, por el mero hecho de haber militado en el histórico PCM.
Los oportunistas enquistados en el movimiento obrero no han desaprovechado una sola oportunidad para sabotear y boicotear cualquier iniciativa de las y los comunistas, en aras del “pluralismo” (o, entre líneas, predominio de los partidos burgueses en el movimiento obrero). Su temor, que no se atreven a expresar en palabras pero que se percibe en todo momento, es que el Partido Comunista cumpla con su tarea de dirigir al proletariado y a los sectores populares contra el capital en todas sus formas, incluida la socialdemocracia.
Como hemos mencionado arriba, la idea es excluirnos de cualquier participación en las luchas del proletariado, porque temen que demostremos ser quienes tenemos las respuestas más claras, las mejores formas organizativas, la más férrea disciplina y quienes, en definitiva, tenemos mayor claridad para la solución de los problemas de la clase obrera y los sectores populares; quieren evitar que cumplamos nuestro papel de ser la parte más avanzada del proletariado que puede guiar a nuestros hermanos de clase hacia la victoria. Con el viejo cuento de “fuera los partidos”, no desperdician una oportunidad para evitar colocar nuestra política en las organizaciones y espacios de lucha.
Pero nosotros no podemos darnos el lujo de no participar en el movimiento revolucionario del proletariado, ni podemos rebajar nuestra política para complacer a los oportunistas. Todo lo contrario, allá donde se encuentra el oportunismo tenemos más razón todavía para servir de contrapeso, para evitar que confundan e ilusionen a nuestra clase. Arturo Gámiz ya había hablado antes al respecto. En su texto Participación de los estudiantes en el movimiento revolucionario nos dice:
“Todo movimiento estará dirigido por alguien y ese alguien generalmente milita en un partido, esto no es condenable sino plausible porque los verdaderos revolucionarios no pregonan la espontaneidad del movimiento, el apoliticismo ni el apartidismo que es anarquismo puro, por el contrario ven con gusto que los partidos de la clase obrera tengan militantes de prestigio e influencia ante las masas.
Los revolucionarios no deben asustarse por el crecimiento de los partidos y porque se conviertan en vanguardia, por el contrario, esa debe ser su aspiración. (...) Un análisis de todos los movimientos de masas habidos en nuestros días nos revela que siempre andan en medio militantes del Partido Comunista (...) y que muchas veces ellos los dirigen ¿Tiene algo de malo ello? ¿Se quiere acaso que todo mundo se cruce de brazos y espere hasta que se hayan muerto los militantes del partido y desaparecido éstos? ¿Se reniega que los de partidos vayan a las masas? ¿Se quiere ver a los militantes del partido subir a los cerros a predicar a los peñascos en vez de que vayan a las masas a llevar la conciencia de clase a los oprimidos? ¿No es esta una nueva edición del anticomunismo? ¿No es esta una política 100% antiproletaria, 100% burguesa? Hay que buscar siempre en cada opinión, en cada crítica y en cada tesis; en cada acción y en cada omisión qué intereses de clase se cuidan y cuáles se atacan de lo contrario fácilmente podemos convertirnos en instrumentos ciegos de la burguesía”.[3]
Justamente en eso se han convertido estos personajes: en instrumentos ciegos de la burguesía, con el propósito de marginar a nuestro Partido, de que las masas no sepan de la existencia de nuestro Partido y de evitar que sea el Partido quien dirija sus luchas contra el capital. Sueñan con que nos deshagamos de nuestra identidad como comunistas, de aquella identidad que le tomó más de una década a nuestro Partido recuperar, que fue producto de deslinde ideológico con respecto a otros oportunistas de la época y que hoy colocan al Partido Comunista como un partido serio ante la clase obrera.
Pero no sienten miedo porque los distintos espacios de organización del proletariado se llenen de cuadros de partidos como Morena, el PRD, de trotskistas, anarquistas, etc., supuestamente para “asegurar la pluralidad”, aunque en la práctica, la presencia de estos elementos, o bien ha dado como resultado la utilización de las organizaciones del proletariado para fines particulares de dichos elementos burgueses, o bien, han realizado una labor desorganizadora, con concepciones que debilitan los avances que la clase trabajadora ha logrado, y que con posiciones oportunistas han tratado de tirar. Lo cual demostraría que dichas organizaciones están sufriendo una infiltración por parte de los agentes de la burguesía vestidos de rojo.
Si los comunistas llamamos a fortalecer la organización mediante un frente que agrupe a todos los elementos de la clase, los oportunistas proponen una organización débil, conformada por “elementos individuales” (lo cual es consecuencia de lo explicado más arriba, el temor de los oportunistas hacia organizaciones fuertes, capaces de hacerle frente a la burguesía); si los comunistas convocamos a una marcha por el 1 de mayo en conjunto con las organizaciones de la clase obrera, los oportunistas llaman a ocultar nuestros símbolos de identidad por el que han muerto miles de camaradas en todo el mundo para “no espantar” a la gente; si los comunistas llamamos a tomar posición contra la socialdemocracia como elemento desmovilizador de la clase, los oportunistas no solo la invitan a participar sino que hasta aceptan con gusto participar en espacios organizados por ellos; si los comunistas proponemos avanzar en la lucha contra los proyectos del capital, contra la explotación y el despojo, los oportunistas, para contrarrestar, se acercan a las instancias gubernamentales, (Ayuntamiento, Procuraduría Agraria, etc.) para hacer contrapeso a nuestra influencia o ponernos al alcance del radar del Estado.
Es lamentable a lo que estos oportunistas han llegado. Su bancarrota ideológica y política los ha hecho aliarse con el enemigo, mientras que a quienes buscamos la emancipación del proletariado nos hacen a un lado. Sin embargo, como ya adelantábamos, esto tiene una razón de ser, no es un hecho azaroso, tiene su explicación en la historia del movimiento obrero y del movimiento comunista en nuestro país. Ahora toca responder a la pregunta: ¿cómo fue que algunos viejos militantes del PCM histórico pasaron a engrosar las filas del oportunismo?
[1] En el caso del movimiento obrero en general y en el de Rusia en particular, en el contexto del periodo antes mencionado, la socialdemocracia no era lo que conocemos hoy bajo ese mismo término (la gestión del capitalismo que intenta administrar las ganancias del capital bajo una careta “humana”, que tiene el principal rol de confundir al proletariado y desmovilizarlo, como ha ocurrido en México, por mencionar un ejemplo). Para ese momento, el término socialdemócrata era el equivalente a lo que hoy conocemos como marxista-leninista, la parte más avanzada y revolucionaria del marxismo que luchaba contra su tergiversación por parte de los revisionistas y oportunistas de la II Internacional y que, en el caso de países como Rusia por ejemplo, donde aún dominaba el zarismo a pesar del desarrollo del capitalismo, cumplía la tarea de organizar al proletariado en dos sentidos: en su tarea histórica de derrocar al capitalismo y construir el socialismo; y en la lucha cotidiana de combate al zarismo, levantando reivindicaciones democráticas. De ahí el nombre de socialdemocracia que, insistimos, corresponde al periodo que, aproximadamente, va desde la década de los 90s del siglo XIX hasta la celebración del VII Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) en 1918 que decidió su cambio de nombre a Partido Comunista de Rusia (bolchevique), abandonando el término socialdemócrata.
[2] Corriente revisionista y oportunista surgida en el seno del movimiento comunista internacional y afianzada en la década de los 70s. El eurocomunismo se define por el abandono de las tesis revolucionarias del marxismo-leninismo, sustituyéndolas por la tesis de la “vía pacífica y parlamentaria hacia el socialismo”. Su nombre proviene por el hecho de que los tres principales partidos comunistas de Europa (España, Italia y Francia) fueron los que adoptaron con mayor fuerza esta corriente revisionista.
[3] Arturo Gámiz. Participación de los estudiantes en el movimiento revolucionario. Ediciones El Machete. México, 2021. pp. 9-10.
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