Por Célula "Aleksandra Kollontái"
Las tendencias progresistas pueden llegar a ser limitadas y engañosas. Desde posiciones poco claras y muchas veces sin un análisis material de la realidad, pretenden colocarse como las representantes incuestionables de los anhelos de amplias masas bajo discursos “avanzados”, como la única contraposición posible a las posturas reaccionarias de la sociedad. Si bien en algunos casos, las posiciones que levantan son legítimas, no siempre parten de un análisis científico que les permita llevar a cabo una metodología que contemple la raíz del problema que pretenden combatir.
Por otra parte, la teoría marxista, como decía Lenin, “es todopoderosa porque es exacta. (…) es intransigente con toda superstición”.[1] En ese sentido, el enfoque dialéctico del marxismo-leninismo nos permite comprender no solo la concepción de la realidad, sino que también nos brinda las alternativas revolucionarias a los problemas cotidianos que se presentan en la sociedad, lejos de los esquematismos mecanicistas que desde la burguesía se nos presentan.
Un ejemplo de ello es la cuestión del derecho de las mujeres al aborto. Un análisis mecanicista nos haría caer en el reduccionismo de tener que escoger entre una de dos posturas: estar a favor del aborto o estar en contra. Este reduccionismo dejaría fuera toda posibilidad de análisis de las condiciones en las que se desarrolla esta necesidad. Impidiendo así señalar de manera directa a la raíz del problema y enfocar ahí nuestras fuerzas para resolverlo. Las y los comunistas desde luego que rechazamos la postura de criminalizar a las mujeres por practicar un aborto. La naturaleza del sistema capitalista orilla a miles de mujeres a tener que recurrir a esta intervención, para poder sobrevivir en un sistema que no asegura el pleno desarrollo ni de la madre ni del infante.
Las condiciones de miseria y abuso que rodean el tema del aborto se difuminan y quedan fuera cuando la discusión se enfrasca entre si somos “pro-aborto” o “pro-vida”. Muchas veces sin darse cuenta, estas corrientes progresistas caen en el juego moralista de la burguesía reaccionaria y hacen débiles sus argumentos al abanderar consignas que se alejan de la raíz del problema.
Los comunistas nos preguntamos ¿por qué son necesarios los abortos? Y a partir de ahí las respuestas sustentan la necesidad inmediata de apoyar la despenalización del aborto, pues de lo contrario son las mujeres proletarias las que se llevan la peor parte ya que actualmente no existe al alcance de las trabajadoras un sistema de salud que garantice una intervención segura. La criminalización del aborto provoca que se recurra a abortos clandestinos que ponen en riesgo su vida y su libertad. En México, los abortos clandestinos son la cuarta causa de muerte materna.[2] Bajo esas condiciones, oponernos al derecho de las mujeres proletarias al aborto sería abjurar de nuestras posturas revolucionarias. Las y los comunistas luchamos por la despenalización del aborto y actuamos en ese sentido.
Pero, ¿luchar por la despenalización del aborto nos coloca en una postura de ser “pro-aborto” en abstracto? Analicemos la experiencia de la Unión Soviética para dar un mejor contexto a estas interrogantes. El 18 de noviembre de 1920, el gobierno soviético, emanado de la Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917, expidió el Decreto sobre la protección de la salud de las mujeres. Este documento es de un valor incalculable, no solo por sus efectos prácticos, sino también por la aportación teórica con respecto a la postura comunista sobre el aborto.
El Decreto menciona lo siguiente: “Durante las últimas décadas, el número de mujeres que recurren a la interrupción artificial del embarazo ha crecido tanto en Occidente como en este país. La legislación de todos los países combate este mal mediante el castigo de la mujer que decide practicarse un aborto y del médico que lo practica. Sin arrojar resultados favorables, este método de lucha contra el aborto ha impulsado la práctica de abortos clandestinos y ha hecho de las mujeres víctimas de charlatanes mercenarios y a menudo ignorantes, que hacen una profesión de las operaciones secretas. Como resultado, hasta el 50 por ciento de estas mujeres desarrollan infecciones en el transcurso de la operación, y hasta el 4 por ciento de ellas mueren.
El gobierno obrero y campesino es consciente de este grave mal a la comunidad. Combate este mal por la propaganda contra los abortos entre las mujeres trabajadoras. Al trabajar por el socialismo y la introducción de la protección de la maternidad y la infancia en gran escala, se siente seguro de lograr la desaparición gradual de este mal. Pero en la medida en que las supervivencias morales del pasado y las difíciles condiciones económicas de la actualidad todavía obligan a muchas mujeres a recurrir a esta operación, los Comisariados del Pueblo de la Salud y de Justicia, deseosos de proteger la salud de las mujeres, y teniendo en cuenta que el método de la represión en este campo ha fracasado por completo en lograr este objetivo, han decidido:
1.- Permitir que este tipo de operaciones se practique libremente y sin ningún cargo en los hospitales soviéticos, donde las condiciones necesarias para minimizar el daño de la operación estén aseguradas.
2.- Prohibir absolutamente a cualquiera que no sea un médico llevar a cabo esta operación.
3.- Cualquier enfermera o partera que fuera encontrada culpable de realizar una operación de este tipo será privada del derecho a la práctica y juzgada por un tribunal popular.
4.- Un doctor que lleve a cabo un aborto en su práctica privada con fines mercenarios será llamado a rendir cuentas ante un tribunal popular.”[3]
De este documento, breve pero conciso, se pueden sacar algunas conclusiones. En primer lugar, la despenalización del aborto, desde el punto de vista marxista-leninista tiene como objeto preservar la vida de las mujeres, que no sean víctimas de charlatanes mercenarios que lucran con la necesidad de las mujeres proletarias de practicarse un aborto. La falta de acceso a las mujeres trabajadoras para realizarse un aborto, con todas las medidas de seguridad e higiene necesarias, es un peligro que el socialismo busca erradicar.
En segundo lugar, las y los comunistas no criminalizamos la práctica del aborto. Todo lo contrario, luchamos porque las leyes despenalicen su práctica, porque somos conscientes de que, como decía Kollontái, “mientras no se hayan asegurado las condiciones de vida de las mujeres los abortos seguirán practicándose”.[4] Solo con la construcción del socialismo, dichas condiciones irán desapareciendo de manera gradual hasta el punto de que los abortos serán innecesarios. Pero, mientras el capitalismo exista y sigan muriendo mujeres por realizarse abortos clandestinos, es una tarea de las y los comunistas empujar hacia la organización de las mujeres para que le arranquen esa concesión al Estado en todos aquellos países en donde aún se penalice el aborto. Pero no como una necesidad en abstracto, pues es necesario cuestionar las razones por las cuales una mujer no quiere ser madre, resolver el problema del abuso sexual, resolver la brecha educativa que implica que una mujer siendo madre sea rezagada de su preparación académica, y así ir señalando y combatiendo las razones que hoy hacen del aborto una necesidad. Pero si de manera limitada se atiende el problema, solo se estará poniendo una mortaja para no ver el cadáver pestilente que el capitalismo pone sobre los hombros de las mujeres y niñas que a diario viven violencia sexual, violencia física, violencia económica, rezago educativo y demás opresiones. Arrancar la concesión del derecho al aborto a la burguesía, no puede ser la máxima de la lucha.
Por ultimo, pero no menos importante: las y los comunistas no somos “pro-aborto”. No promovemos ni hacemos propaganda para que las mujeres se practiquen un aborto, pensar eso se torna hasta ridículo. Pero es el tipo de conclusiones en las que se cae cuando se pierde el análisis del contexto de un problema social. Practicarse un aborto no es ni un juego ni un deporte, ni para las mujeres que lo practican ni para quienes defendemos la despenalización de este. Porque éste solo será necesario al menos hasta que construyamos las condiciones óptimas para que las mujeres no tengan que verse en la necesidad de llevarlo a cabo, pero bajo ningún motivo fetichizamos su práctica.
Bajo este análisis es como abordamos la cuestión del aborto. Está más que claro que, como en todo, estudiamos la realidad y actuamos de manera dialéctica y científica. Con nosotros no van los mecanicismos que pretenden implantar falsos dilemas. Repudiamos la criminalización del aborto, luchamos activamente por su despenalización y en ella encontramos un avance para la sociedad. Pero eso no quiere decir que nosotros consideremos al aborto en sí como algo progresista, ni como el fin último de la organización revolucionaria. Por el contrario, el aborto es un vestigio de la sociedad capitalista que gradualmente irá desapareciendo con la construcción del socialismo.
El marxismo-leninismo cierra las puertas a toda clase de eclecticismos en este tema. No es posible conciliar una cosa con la otra. Es nuestro deber procurar que la agitación entre las mujeres proletarias avance bajo las premisas antes expuestas ya que esa es la postura marxista-leninista al respecto. De no hacerlo, estaríamos cayendo justamente en lo que Lenin advertía en el ¿Qué hacer? al decir que alejarse de la ideología socialista es lo mismo que fortalecer la ideología burguesa.[5] En efecto, limitar nuestra perspectiva sería plegarnos a la propia dinámica de lucha bajo el capitalismo. Hemos de romper con ello, hemos de ampliar el alcance de nuestra lucha que debe trascender hacia la construcción de una sociedad nueva, en donde las causas de todos los males actuales ya no existan. Solo entonces, con el propio desarrollo de la sociedad socialista-comunista, podremos darle solución a las condiciones que hacen del aborto una necesidad, pero partiendo siempre desde los intereses de la clase trabajadora, de la mujer proletaria.
En tanto no existan esas condiciones, seguirá estando a la orden del día y en uno de los principales puntos de nuestra agenda luchar porque la mujer proletaria, así como en tiempos de la Unión Soviética, no sea víctima de intereses mercenarios. El propio capitalismo lucra con la necesidad de las mujeres a practicarse un aborto. Las mujeres proletarias debemos tomar en nuestras manos la responsabilidad de nuestro futuro y nuestro bienestar a través de la organización con las mujeres de nuestra clase.
[1] Lenin. “Las tres fuentes y las tres partes integrantes del marxismo” en Obras escogidas en doce tomos. Tomo V. Editorial Progreso, Moscú. 1976. p. 6.
[2] https://www.eleconomista.com.mx/politica/Aborto-clandestino-cuarta-causa-de-muerte-materna-en-Mexico-20190307-0068.html
[3] Decreto sobre la protección de la salud de las mujeres. 18 de noviembre de 1920. Este documento fue publicado en esa misma fecha en el Izvestia del Comité Ejecutivo Central de los Soviets. La versión en ruso puede consultarse en http://istmat.info/node/42778. Lamentamos no haber encontrado, hasta la fecha, otra versión traducida al español diferente a la de Daniel Gaidos. La mayoría solo están presentes en portales trotskistas o en páginas como marxists.org.
[4] Aleksandra Kollontái. La mujer en el desarrollo social. Versión digitalizada de Editorial Guadarrama, Barcelona. 1976. Disponible en https://proletarios.org/books/Kollontai-La_mujer_en_el_desarrollo_social.pdf
[5] Lenin. ¿Qué hacer? Editorial Progreso, Moscú. 1981. p. 46.
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