Por: Célula "Aleksandra Kollontai".
Si bien es cierto que la violencia contra las mujeres no distingue clase social, es un error pensar que la situación de clase no tiene una relación directa con la violencia hacia las mujeres. De entrada, las mujeres proletarias tienen un menor acceso a derechos básicos, principalmente a la educación y al trabajo remunerado, eso es ya un hecho violento.
De acuerdo con datos del CONEVAL[1] las mujeres dependen más de los ingresos de fuentes indirectas, es decir, de recursos monetarios provenientes de su pareja, de otros hogares o de programas gubernamentales. Por otro lado, el INEGI[2] menciona que el 7.6% de las mujeres nunca ha asistido a la escuela, tres cuartas partes (76.2%) han asistido alguna vez, pero no en los últimos 12 meses, mientras que 16.2% sí asistió de manera reciente a la escuela. De este último 16.2% el 62% trabajó y estudió al mismo tiempo.
Estas instituciones mencionan “mujeres” en lo general, no particularizan en el hecho de que la mayoría de estas mujeres son proletarias. Esto puede deducirse por un hecho sencillo, las mujeres burguesas no se encuentran en una situación de pobreza. Sin embargo, omitir la caracterización de clase difumina la línea que nos permite analizar la esencia del fenómeno.
Una vez borrada dicha línea podemos afirmar que son las mujeres proletarias las que están en mayor riesgo de ser víctimas de violencia, incluso de feminicidio, en comparación con las mujeres burguesas. Esto debido a condiciones previas en el desenvolvimiento de su vida. Por ejemplo, el 81.2% de las mujeres se casan antes de los 25 años, de estas el 28.6% se casó antes de los 18 años.
Aunque el 83.6% de las mujeres manifiestan haberse casado por su propia voluntad es preciso relacionar este dato con los anteriormente mencionados, edad del matrimonio, escolaridad y dependencia. El 16.4% se casó en contra de su voluntad. Cabe mencionar que el 48% de las mujeres que se casaron antes de ser mayores de edad sufren violencia.
En cuanto a los feminicidios la mayoría de las víctimas tienen estudios de primaria, a lo sumo de secundaria y muchas de las veces incompletos, esto es en el 49% de los casos, que contrasta con el hecho de que sólo 3% de las víctimas tiene estudios de licenciatura y el 10% con estudios técnicos o de preparatoria. El 85.5% de los feminicidios son perpetuados por sus parejas, de tal forma que queda probada que las condiciones de su entorno constituyen un riesgo potencial entre las mujeres proletarias.
Aunque el feminicidio se encuentra tipificado en el Código Penal Federal se encuentra lejos de ser investigado a profundidad y en la mayoría de los casos el delito declina hacía el homicidio, es decir, se desaparece la existencia de violencia de género hacía la víctima. Solo el 22.02% de los casos de feminicidio de los que el estado tiene registro, se encuentran en carpetas de investigación.
Hay que decir que las leyes mexicanas, como todas las leyes de la sociedad burguesa, sólo persiguen de manera sistemática aquellos delitos que atentan contra la propiedad privada o contra los propietarios privados. De tal forma que los feminicidios perpetuados en contra de la mujer proletaria no son de su interés, esto explica el hecho de porque, a pesar de que las cifras de feminicidios aumentan año con año, no hay soluciones claras. A esto hay que sumarle que el 63% de las personas prefieren no denunciar por tener algún tipo de desconfianza con la autoridad o por considerar los trámites excesivamente tardados.
Podemos observar, que las condiciones entre las mujeres proletarias y las mujeres burguesas no son las mismas, y que por lo tanto, no podemos juzgar bajo la misma lupa. Si bien es cierto que la violencia hacia las mujeres proviene la mayoría de las veces de sus parejas y en el caso de las mujeres proletarias proviene de hombres proletarios, esta violencia es posible sólo bajo la existencia de la propiedad privada que somete a la mujer (sobre todo sexualmente) para asegurar la paternidad, esto puede observarse en el fenómeno común de mujeres con hijos que después de una separación y al volver a unirse son obligadas a tener un hijo o hija con la nueva pareja aún en contra de su voluntad o bajo presión.
Para la disminución gradual y erradicación permanente de la violencia de género es necesario romper con la base material que permite el ejercicio de la violencia. Es un error pensar que se puede exigir la transformación del pensamiento de los hombres proletarios sin que haya las condiciones materiales que los obliguen a modificar sus conductas. Esto por supuesto, no contradice el hecho de que los hombres con conciencia de clase deben abandonar dicha violencia y luchar en conjunto por la transformación de la realidad objetiva que permita la emancipación de la mujer trabajadora.
[1] https://www.coneval.org.mx/Medicion/MP/Paginas/Pobreza-y-genero-en-Mexico-2008-2018.aspx [2] https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2019/Violencia2019_Nal.pdf
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