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Mérida, un aniversario más

Por Cristóbal León Campos


La ciudad de Mérida ha cumplido este 6 de enero 479 años de fundada, la conmemoración, aunque más austera por la pandemia de Covid-19, no logra ocultar las contradicciones que en ella se registran diariamente, siendo la capital del estado de Yucatán, su carácter elitista y discriminador se mantiene segregando a miles de seres humanos provenientes de las comunidades mayas, la clase obrera y los sectores populares, además de ocupar un vergonzoso lugar entre las diez ciudades más caras del país. Los aires de “modernidad y progreso” con los que se le quiere adornar, únicamente hacen en mayor grado observable el dominio en la política pública municipal y estatal del interés burgués.


Los símbolos exaltados como forjadores de identidad devienen como herederos de pasado colonial opresor de los indígenas mayas y discriminador de toda otra forma o expresión cultural no asociada a los “valores” de la burguesía nostálgica de los tiempos de la explotación henequenera y de la división social justificada por las nombradas diferencias de “razas” que en realidad fue y es, la continuidad del racismo. Las estatuas y monumentos que alrededor de la ciudad se observan, fungen como recuerdo y señal de la ideología gobernante nostálgica del pasado colonial, los gobiernos conservadores (PAN y PRI) que han ejercido el poder en la ciudad, se han encargado de remarcar la segregación de los oprimidos, llegando ahora, al grado de un nuevo proceso de neoconquista colonial-imperialista con la intromisión de capital transnacional como parte de los llamados megaproyectos, algo que acontece en todo el Estado, pero que es notorio en Mérida por ser la entidad que concentra a los poderes públicos y privados.


La política panista actual de simulación pretende hacer creer a la población que la ciudad avanza hacia buen rumbo, pero en realidad se refiere a que los intereses burgueses están garantizados y que la inversión privada tiene el camino libre para adueñarse de los bienes sociales. Los espacios públicos son entre otras cosas, parte del proyecto de reconfiguración social-económica que marca el Plan 2050 que sustentan los gobiernos municipal y estatal, el saqueo y la destrucción son encubiertos por discursos y frases huecas.


Mérida, como todo Yucatán, está inscrita en el desarrollo capitalista restructurado en los últimos años con la perspectiva de hacer del sureste mexicano una nueva zona de extracción de la riqueza natural y de la fuerza de trabajo, esto, se ejemplifica con el proyecto del tren maya que en contubernio con el gobierno federal se realiza, pero no es el único megaproyecto que afecta a las comunidades mayas y a la clase trabajadora, muy al contrario, es uno más. Recuérdese las mega-granjas, los parques eólicos, los corredores turísticos y la construcción de infraestructura marítima como el ya anunciado nuevo puerto astillero en Progreso. Mérida y Yucatán son parte de la reactivación del corredor mesoamericano, el plan Puebla-Panamá y la iniciativa Mérida firmada en esta ciudad bajo una fuerte represión aún impune. El problema con los megaproyectos no es otro sino la exclusión social, la destrucción de la naturaleza y el enriquecimiento privado-burgués en detrimento del bienestar comunitario y proletario que generan, es decir, son proyectos capitalistas que benefician solamente a la burguesía nacional y extranjera.


En la ciudad sigue haciendo falta políticas sociales que realmente erradiquen la pobreza y la creciente carestía de la vida, junto a la segregación incrementada en los últimos meses, hace falta el respeto a los derechos plenos de la mujer y de la diversidad, la garantía del combate al racismo, la discriminación y la opresión que sufren los pobladores de origen comunitario maya y de otras regiones. En suma, es aún mucho lo que hace falta y más en estos tiempos de pandemia que incrementaron las desigualdades, la violencia, la explotación y la pobreza.


Lejos de las fanfarreas discursivas del poder, Mérida necesita una nueva orientación política-económica que responda a las necesidades de la clase obrera y de los sectores populares, lo cual no ocurrirá mientras el capitalismo rija el devenir de sus días.



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