Por Oswaldo Ramírez
Con tal de hacer creer que todo está bajo control y así contribuir al ciclo de reproducción del capital de los monopolios de los útiles escolares, calzado, uniformes y comida chatarra, la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), contrariando la creciente preocupación de alumnos, docentes y personal manual y administrativo, y haciendo caso omiso del aumento vertiginoso de los contagios, continúa en la necedad de forzar el regreso presencial a las aulas.
Queda demostrada una vez más la total indiferencia por la salud, vida e integridad de alumnos y trabajadores por parte de los órganos dirigentes de la UADY, es decir, la propia Rectoría que está apresurando el retorno a clases presenciales y el llamado Consejo Universitario, que aprobó la medida sin oposición alguna.
Bajo el argumento de que la cepa Ómicron es menos agresiva que otras variantes del COVID-19 y que ya se han aplicado vacunas tanto a alumnos, como empleados y docentes, se quiere pintar como festivo y alegre el regreso presencial, sin mencionar que detrás de ello se cierne una catástrofe que no tardará en desatarse en las próximas semanas.
Desde principios de enero, el pico de la pandemia en el estado de Yucatán ha ido en gradual aumento cobrándose cada vez más vidas, muchas de ellas han sido jóvenes de un promedio entre 20 y 28 años, personas sanas que han recibido la vacuna y que no padecían alguna otra comorbilidad. ¿Cómo puede pensarse que la pandemia estará controlada con esta tendencia al alza, más tomando en cuenta el terrible sistema de transporte que usan las y los estudiantes y las precarias condiciones de muchas facultades donde a veces ni siquiera hay agua potable o insumos para mantener la higiene adecuada?
No olvidamos que en agosto de 2021 falleció nuestro camarada Felipe Pech, militante del Frente de la Juventud Comunista, en pleno confinamiento, a causa de esta enfermedad; así como también se cobró la vida de nuestro camarada Héctor Colío Galindo, en el estado de Veracruz en el mes de septiembre, entre otros. Por lo tanto, por experiencia propia sabemos que la pandemia no está controlada, por mucho que desde el Estado se nos haga creer lo contrario.
La masa estudiantil no necesita que le digamos lo disparatada de la idea, pues por sí misma ha percibido que se trata de una locura. El descontento no se ha hecho esperar, pero ese descontento debe evolucionar hacia experiencias organizativas que blinden al estudiantado de los mecanismos necesarios para impedir que se le envíe al matadero. Percibimos con entusiasmo los intentos de reorganización del estudiantado que poco a poco va superando el espontaneísmo. En especial, saludamos los esfuerzos del Frente Independiente de Resistencia Estudiantil que, hasta el momento, es la organización más seria que se ha conformado en los últimos meses, y que tiene el mérito de escapar de la dinámica oficialista que ha caracterizado a las organizaciones de estudiantes en los últimos años, en especial, las llamadas federaciones estudiantiles, controlados por los partidos de la burguesía.
No estamos dispuestos a que sea la clase obrera o sus hijos quienes paguen los platos rotos por las ansias de ganancias de los monopolios. No debemos permitir que se nos envíe al matadero, por lo que es momento de decirlo bien claro: ningún estudiante, docente o trabajador debe estar en las aulas hasta que no haya condiciones seguras para el regreso presencial, y es obvio que esas condiciones no las hay hoy. De continuar el regreso forzoso, la responsabilidad caerá sobre los altos mandos del Estado y de la Universidad, particularmente sobre Mauricio Vila Dosal, gobernador del Estado de Yucatán por acelerar el regreso a clases; y sobre José de Jesús Williams, rector de la UADY, por acatar la medida asesina.
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