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Oxcúm: otra lucha contra los megaproyectos

Por Guillermo Uc


La censura ayuda a fortalecer la idea de que en Yucatán nunca ocurre nada. Desde luego, que no siempre tiene éxito, como en las manifestaciones del 13 de marzo de 2007 pero, por lo general, muchas movilizaciones populares y muchos casos de represión ocurridos en la entidad, terminan por pasar rápidamente al olvido; sobre todo cuando se producen al interior del estado, fuera de Mérida. Pero pensar que nuestra región escapa de la naturaleza de la lucha de clases sería repetir las necedades escupidas por el presidente López Obrador.


Un ejemplo de que la lucha de clases es universal nos lo presenta la represión llevada a cabo contra ejidatarios de la comisaría de Oxcúm, en el municipio de Umán, la mañana del 6 de octubre de 2006, cuando fueron detenidos 4 campesinos que montaban guardia para proteger las tierras ejidales de los despojos del Estado. La represión se dio con todo lujo de violencia, golpeando incluso a mujeres y niños presentes. Los cargos que enfrentaron luego los ejidatarios detenidos fueron verdaderamente desproporcionados. A uno de ellos, incluso, se le dictó auto de formal prisión bajo la acusación de “posesión de armas de uso exclusivo de las fuerzas armadas”, lo que no era otra cosa más que su escopeta de caza.


El contexto en el que se produce la represión no es muy diferente al actual. Todo comenzó en 2005, cuando el gobierno estatal de Patricio Patrón Laviada anunció el megaproyecto Metrópolisur, que aparte de otras obras absurdas como un segundo parque zoológico y un museo del mundo maya[1], implicaba la construcción de un nuevo aeropuerto para la ciudad de Mérida. Los terrenos necesarios para el ambicioso proyecto no iban a salir de la nada, se tendrían que conseguir mediante el despojo hacia ejidatarios de Oxcúm, Hunucmá y Caucel.


Tampoco la historia de cómo se efectuaban dichos despojos era diferente a la de hoy en día. Los comisarios ejidales, por necesidad o por complicidad con el gobierno, vendían las tierras a los capitalistas sin consultar con los ejidatarios en asambleas o aun cuando éstos se posicionaban en contra.


El lector puede hacer una comparación muy sencilla en la actualidad y podrá encontrar el mismo fenómeno bajo diferentes formas. Los comisarios ejidales, en la mayoría de los casos, siguen cumpliendo la misma función, pero ahora el Estado burgués también implementa una forma elegante de despojo mediante los FIBRAS. En 2006 fue el megaproyecto de los monopolios que ameritaba el despojo y la represión fue Metrópolisur. Hoy, el Tren Maya y toda la serie de megaproyectos que vendrán con él hacen lo propio.


¿Qué diferencias hay entre el despojo que llevaba a cabo un gobierno panista y el que realiza un gobierno morenista? Únicamente las formas, porque la burguesía, cuando se trata de asegurar sus ganancias, tiene todo un catálogo de partidos diferentes pero que, en esencia realiza la misma función. Al tiempo que dispone de su brazo armado, que es el Estado, para lograrlo, aunque funcionarios burgueses del actual gobierno, como Mario Mex, se indignen por hechos como el de Oxcúm, pero guarde silencio ante los despojos y represiones de la 4T. El fenómeno es el mismo, por lo tanto, la lucha contra los megaproyectos y los monopolios debe librarse de igual manera, sin importar qué partido burgués sea el que cometa la represión o el despojo de tierras.


Hacer una discriminación del tipo “condeno la represión y los despojos del gobierno panista pero no hago lo mismo con los de la 4T” es propio de oportunistas pseudoizquierdistas como Mex que solo quieren (y solo podrán) encontrar diferencias esenciales entre la socialdemocracia y los demás partidos burgueses en sus sueños, pero no puede ser reproducido por quienes realmente quieran luchar contra los despojos, la represión y la constante precarización de la vida de los campesinos y de la clase trabajadora en general. Si en 2006 la lucha fue contra Metrópolisur, de hoy en adelante la lucha debe ser contra el Tren Maya y todos los demás megaproyectos capitalistas.


[1] Como aclaración, no consideramos que los zoológicos, ni los museos, ni los aeropuertos, ni cualquier otra infraestructura sea absurda en abstracto. Sin embargo, al momento de pensar en dichas obras, debemos hacernos la pregunta “¿a quién beneficiarían en este momento?”. Si la respuesta es a la burguesía y no a la clase trabajadora, entonces sí son obras absurdas.


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