Por: Carlos Suárez.
A diferencia de otras regiones del país, tales como el Centro y el Norte, en Yucatán hubo un desarrollo tardío de la industria. Tan pronto se consolidó la Conquista, en esas regiones comenzaron a despuntar distintas industrias, entre las que cabe destacar la minería. Tales regiones se convirtieron en los manantiales de plata del mundo. Junto con la minería, otras industrias comenzaron a desarrollarse en estrecha vinculación. Derivado de la intensa actividad económica, pronto se hizo necesaria la construcción de caminos y de la infraestructura destinada a permitir la circulación y la transformación de materias primas.
En el Norte del país destacó el hecho de que no hubo una población originaria a la cual someter en masa para convertirla en fuerza de trabajo semi-esclava. Los pueblos nómadas y seminómadas del norte, con la cacería y la recolección como sustento, fueron preferentemente exterminados por los colonizadores españoles. El panorama en esta región era de escasez de mano de obra. Junto con el trabajo forzado, los incentivos económicos a los trabajadores llegaron a ser una necesidad para los empresarios. De cualquier manera, ahí donde la industria germinó, surgió al mismo tiempo una mano de obra con cierto grado de calificación. Aunque en las minas había peones con salarios miserables, también llegaron a existir trabajadores calificados con salarios mucho más elevados, codiciados por los propietarios de minas debido a sus conocimientos técnicos. Esto ha tendido a favorecer mejores condiciones salariales especialmente en la zona norte del país.
Por otro lado, durante la mayor parte del período colonial, en Yucatán no hubo mucho más que estancias ganaderas, maiceras y azucareras, con poca vinculación al mercado exterior. A diferencia del Norte y el Centro, en Yucatán no había yacimientos minerales ni alguna fuente de riqueza especial. La principal fuente de riqueza para los explotadores era la mano de obra maya y mestiza. Al igual que en el resto del país, surgieron las haciendas, que en muchos casos se desarrollaron a partir de estancias. Ello permitió concentrar a más trabajadores en un solo lugar y facilitar su explotación. Esto no cambió la esencia económica de la región. El salto vendría como resultado de las necesidades productivas de la agroindustria de Estados Unidos durante los albores de la fase imperialista del capitalismo en la segunda mitad del siglo XIX. Fue entonces que el henequén se convirtió en el principal producto de exportación de Yucatán, y uno de los principales del país. Sin embargo, no fue necesaria la existencia de contingentes importantes de trabajadores calificados sino todo lo contrario. El factor de producción más importante para los hacendados seguía siendo la mano de obra semi-esclava que podían exprimir para obtener su preciado “oro verde”.
En torno a la producción henequenera, se desarrollaron industrias de bienes de consumo no duradero (alimentos y bebidas, cigarros, etc.). También surgió una modesta industria metal-mecánica, vinculada a las necesidades del procesamiento de la fibra de henequén. Pero incluso así, estas actividades no requerían mayor especialización de la mano de obra. Hasta alrededor de la década de 1960, la producción henequenera seguía siendo la actividad principal de Yucatán, retrasando el desarrollo de otras actividades económicas. Mientras la industria henequenera estatal marchaba hacia su ruina, distintos gobiernos impulsaron la diversificación económica, incluyendo la llegada de maquiladoras de exportación. Durante la década de 1990 se asentaron cientos de maquiladoras en Yucatán, absorbiendo a buena parte de la mano de obra que alguna vez se dedicó al henequén o al campo. La clase trabajadora yucateca, pasó de recibir salarios miserables por parte del gobierno para recibir salarios miserables por parte de las empresas que llegaban.
Un componente clave de la industria maquiladora en cualquier parte del mundo es precisamente la baja calificación de mano de obra. Lo que importa no son los conocimientos técnicos ni mucho menos científicos de los trabajadores, sino el grado de explotación del trabajo físico, manual. De ello pueden dar cuenta miles de trabajadoras mayas en las maquiladoras textiles. En general, en el sector industrial en Yucatán abunda precisamente la mano de obra con baja calificación, tanto en la rama textil como en la de alimentos. E incluso en cuanto a la habilidad manual, las empresas pueden ahorrarse cualquier tipo de capacitación debido a la habilidad que las trabajadoras mayas han adquirido en sus comunidades desde muy jóvenes. El sector servicios en Yucatán, requiere de mano de obra igualmente poco calificada. La mayor parte de la clase trabajadora en Yucatán trabaja en pequeños establecimientos comerciales, con sueldos igualmente miserables.
En fin, la mayor fuente de riqueza de la península de Yucatán no es otra cosa que la mano de obra barata de la población. Ese es el principal atractivo para inversionistas de todo el mundo, y esa precariedad es promocionada por el propio gobierno. No podemos esperar más que sueldos miserables cada que escuchamos que el gobierno anuncia la “creación de miles de empleos”. Los empresarios, tanto nacionales como extranjeros, tampoco sienten la obligación de elevar los salarios, pues saben que el trabajador en Yucatán, espoleado por la necesidad material, prefiere recibir algunas migajas que morir de hambre. La disyuntiva es tal, que incluso quienes cuentan con estudios superiores, difícilmente encuentran empleos mejor remunerados. A todo esto han favorecido enormemente las garantías por parte del gobierno hacia las empresas para impedir la formación de sindicatos al interior de ellas. Proyectos como el llamado Tren Maya, no son más que formas nuevas de explotar a la clase trabajadora en la Península. Ante un mercado cada vez más competitivo, las empresas de todo el mundo buscan ahorrarse costos de producción (incluyendo el pago de salarios) y agilizar la circulación de sus mercancías por mercados internacionales. Y precisamente el Tren Maya satisface ambas necesidades de la burguesía.
Jamás cambiará por sí sola esta situación, como jamás ha cambiado por sí sola una situación así en ningún lado. Solamente la fuerza unida de las trabajadoras y trabajadores en Yucatán podrá obligar a los patrones a elevar los míseros salarios para reducir la explotación de toda nuestra clase. Precisamente para ello es indispensable que los trabajadores tomemos nuestros sindicatos o que los creemos de no existir, para organizarnos como clase y defender nuestros intereses comunes. Sólo mediante la lucha sindical podremos lograr en lo inmediato condiciones más ventajosas para vender nuestra fuerza de trabajo. Y, como trabajadores, debemos prepararnos para una enconada lucha como esta, pues los burgueses harán hasta lo imposible por frenar nuestra organización, tal y como lo han hecho en las últimas décadas.
Comments