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Premoniciones: El Tren del progreso

Por Emaús Torres - Agrupación Multiversal


(Ponencia presentada en el Foro por la dignidad y la resistencia contra los megaproyectos llevado a cabo el pasado 20 de diciembre de 2020).


“Pero desde el Paraíso sopla un huracán que, como se envuelve en sus alas, no le dejará plegarlas otra vez. Esta tempestad arrastra al ángel irresistiblemente hacia el futuro, que le da la espalda, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él de la tierra hasta el cielo. Este huracán es lo que nosotros llamamos progreso”.

-Walter Benjamin

Tesis IX sobre el concepto de historia (1939-1940)


Si los proyectos del nombrado “desarrollo” vienen acompañados en un primer momento de la idea del “progreso” o lo que Herbert Marcuse entendería como la promesa de liberación, entonces ya podemos prever aquí una situación en la que es mejor cuidar las apariencias.


Cuando la promesa de liberación es emitida, siempre habrá quienes, cegados por la luz de la demagogia reptante, se precipiten a su encuentro. Si se nos dice que a través de la construcción de un Tren Maya se resolverán parte de los problemas económicos y sociales de nuestra nación, entonces, no cabe duda, lo mejor sería creerlo.


O así nos gustaría que fuera. Pero no es tan simple, porque después de una promesa de liberación en donde el uso de cualquier tecnología esté de por medio, por más brillante que pueda parecer, tendrá que encontrarse en un segundo instante frente a su aplicación (praxis) política.


Y así las cosas se enturbian.


Para este punto ya se ha hablado hasta la saciedad de los problemas que la construcción

del Tren Maya acarrea: el despojo de los territorios a campesinos, el inminente desastre ecológico y por supuesto, la precarización del trabajo y de la vida.


El contexto resulta idóneo. El neoliberalismo de corte Obradorista se ha fijado como meta apostar a una mayor inversión en el flujo del capital extranjero, como es natural, privilegiando el avance del monopolio. Los ganones terminan siendo los de costumbre, únicamente la burguesía nacional e internacional.


Los oficialistas aseguran que un promedio de 1.1 millones de personas saldrán de situación de pobreza al acabar el megaproyecto, pero no ha habido un consenso fidedigno sobre las condiciones materiales a las que esa gente estará atada. Sobre la mano de obra, los procesos no han sido del todo justos, si se toma en cuenta que, en ese sentido, los obreros involucrados en la construcción del Tren continúan trabajando (en condiciones de precariedad) aún en medio de la pandemia por Coronavirus. ¿Es esta la noción que tiene el gobierno central de “acabar con la pobreza”? ¿Es esta la condición óptima para el trabajo? Ya se ve qué tipo de prioridades tiene el gobierno en turno.


Por otro lado, no puede dejar de señalarse la condición mediática de la propaganda ideológica del Estado para perpetrar el auge capitalista. Lo vivimos hace muy poco cuando se dio la supuesta votación por la construcción del NAICM. En la superficie interpretado como un acto de la más elevada forma de democracia, pero al que si se le rasca un poco encontramos las viejas fórmulas del populismo. Tampoco se debe ignorar el hecho de que la consulta se aplicó más que nada a las zonas citadinas o cosmopolitas donde la sensibilidad hacia los temas del impacto medioambiental o social echa una raíz muy diferente en comparación a las comunidades indígenas o campesinas aglutinadas en las zonas rurales. Es decir, la pantalla fue para mostrar a los individuos “apartados” de su realidad, para atenuar las voces reacias de los verdaderos afectados.


Hay quienes incluso han puesto en tela de juicio que el debate está en la forma en la que una “izquierda hegemónica” pretende modernizar el país. Sin embargo, no creo que podamos tratar seriamente con este tipo de premisas, puesto que al gobierno de AMLO de “izquierda” ya no le queda ni el nombre.


Pero dicho sea de paso, tras el encuentro de la promesa de liberación con su praxis política, el último proceso no ha de ser otro más que el de la alienación. En efecto, si se toma en cuenta al megaproyecto del Tren como una excusa para el “desarrollo”, no habrá más que atender a las palabras de Marx acerca de ver al obrero volverse “apéndice de la máquina”, en este caso, una de largos vagones y rieles. En el mismo sentido, la condicionante cultural estará dada casi desde el inicio tras su inauguración: el patrimonio será únicamente lo que el oficialismo central opine. El propio título de “Tren Maya” hace gala de lo expresado, pues en su condición de conciliación pseudo-indigenista infiere que sintamos simpatía por su edificación.


En resumen, la promesa de liberación (la eliminación de la pobreza) se encontrará ineluctablemente con la praxis política (el auge del Estado capitalista) para convertirse posteriormente en la formulación de la alienación (el apoyo ciego hacia las medidas populistas).


Entonces tendremos que mirar hacia atrás, en el futuro, cuando sea ya demasiado tarde, cuando nos llegue la visión de un panorama de destrucción en el que ni siquiera las ruinas podrán mantener la memoria viva. Alguien comprará su boleto para entrar a las entrañas de una escena melancólica por la que escurre la muerte. En las estaciones, como buen paranoico, espero por ver el día de mañana que se abran las cadenas de comida rápida y hotelería para vender y explotar los recursos naturales como un buen pasatiempo de fin de semana al mejor estilo “comfortably resort”.




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