Por: Jesús Hernández.
Dentro de los momentos iniciales de cualquier lucha, es decir, cuando el fervor para contrarrestar los embates contra nuestra clase se encuentra en un punto más alto. La organización puede ser inexistente. Esto se debe entre otras razones, al estallido espontáneo del descontento que se ve materializado en las múltiples voces que quieren ser partícipes y a la idea de que una organización estructurada no es necesaria.
Sin embargo, esta desorganización, si se mantiene dentro de cualquier movimiento o protesta, la condenaría a la muerte y al rápido abandono de los implicados. Debemos tener en cuenta que también habrá representantes de la burguesía que no descansarán desde el primer momento de descontento para liquidar y ondear la bandera en defensa de la clase que los emplea. Estas soluciones planteadas por quienes se tildan de líderes oficialistas o directamente de defensores de las instituciones que buscan la sumisión y aceptación de los atropellos sin más chistar, aun cuando presuman ser el “punto medio”, siempre buscarán el beneficio o menor pérdida de su estatus dominante.
La espontaneidad si bien podría llegar a puntos tales como una protesta abierta, no podría sobrevivir sin una base organizativa sólida puesto que, como se menciona, las posiciones liquidadoras podrían estar bien dirigiendo de manera caudillista el movimiento, lo cual significaría su ineficacia para lograr alguna conquista real o el desistir de quienes exigen mejores condiciones.
El hecho es que la búsqueda de organización dentro de un grupo sin base o direccionamiento resulta una tarea compleja más no imposible. En la Federación de Jóvenes Comunistas siempre apostaremos por la organización para la defensa de nuestra clase proletaria y de los extractos que la componen, porque solo la clase bien organizada será la que transformará el mundo y abrirá el paso a una sociedad de nuevo tipo.
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