Por Yahaira Chi
Se sabe que dentro del sistema capitalista, una persona vale e importa por lo que pueda producir según su fuerza de trabajo. No es novedad que en muchas empresas o negocios se establecen edades mínimas y máximas para postularse a ciertos puestos (entre 18 a 30 años en su mayoría) ya que se estipula que “entre más joven, más productivos son”. Pero ¿qué sucede con las personas que no cumplen con estos requisitos? Es decir, la parte de la clase obrera que llegan a cierta edad y son considerados “viejas y viejos”. En la actualidad el envejecimiento pareciera ser un riesgo financiero que debe ser manejado según las determinaciones del capital y del mercado capitalista, ya que la vejez (es decir, el envejecimiento de la población de entre 65 y 100 años) es una etapa de la vida caracterizada por la falta de productividad en términos cuantitativos, dado el deterioro físico y mental de los ancianos, por la recurrencia de enfermedades, la apatía y el abandono paulatino de las fuerzas para vivir. Bajo esta lógica, millones de ancianos han sido relegados a ocupar puestos de trabajo totalmente precarizados y con ello condiciones de vida poco dignas.
La clase obrera que llega a cierta edad (entre los 60 en adelante) se les “jubila” y únicamente tienen como fuente de ingreso para subsistir la pensión de la jubilación, sin embargo, en el sistema capitalista no existen las condiciones para un retiro digno y sin preocupaciones, ya que el actual sistema de pensiones y jubilaciones no alcanza para que las y los trabajadores puedan descansar luego de toda una vida de trabajo, incluso en muchos de los casos son varios de los trabajadores y las trabajadoras que no cuentan con jubilación y se ven obligados a tomar trabajos en pésimas condiciones y muy mal remunerados o en su mayoría se ven en la necesidad de mendigar para poder comer.
El sistema capitalista entiende que las personas mayores no son o no deben ser más que candidatos directos a la muerte (natural o provocada) y que mientras más rápido mueran dejarán de ser un peligro para las finanzas mundiales. Esta situación se ve reflejada en el plan del sistema de salud en el cual se señala claramente en el triage de urgencias que, en dado caso de tener a dos pacientes uno joven y un anciano se debe tener como prioridad la vida del joven dejando de lado al adulto mayor. De este modo la ideología capitalista invade no solo nuestra forma de ver nuestra estabilidad económica sino los conceptos con los que vivimos y morimos, y con esto los sentimientos humanos que como deja claro el capital, la vida humana no vale nada si no produce.
Aumentar la cantidad de personas mayores en el mercado laboral o aumentar los programas estatales o federales de apoyo a la vejez, no soluciona el problema de la precarización de la clase obrera perteneciente a la tercera edad, no es suficiente, pues en el caso de la tercera edad el trabajo debe ser una fuente de desarrollo personal, familiar y social, con condiciones adecuadas y no un factor de sufrimiento e inseguridad. Es necesario seguir enfatizando en la lucha por crear y exigir buenas condiciones laborales para la clase obrera en general, con políticas públicas que contribuyan realmente a una verdadera inclusión social y así permitirles prepararse a la llegada de esta etapa de la vida en condiciones dignas en las cuales un ser humano en vejez debe de vivir y no ser visto como una “mercancía inservible” más.
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