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Sobre el desarrollo capitalista en Umán



Por Carlos Suárez


Umán ostenta hoy en día el título de “Capital de las industrias”, que expresa de manera bastante justa la importancia económica que este municipio tiene para la región, al concentrar en un espacio muy reducido una notable cantidad de establecimientos industriales. En ese sentido, Umán no tiene punto de comparación en toda la Península de Yucatán; ni siquiera en Mérida, pues, a pesar de contar ésta con más fábricas, la mayoría de ellas se encuentran dispersas unas de otras en un territorio más extenso.


Si bien a mediados del siglo pasado existían algunas fábricas en Umán, en su mayor parte eran de capital local. No fue sino con el paso del tiempo que estos capitales locales comenzaron a ser desplazados por capitales nacionales, y más tarde, internacionales; lo cual no fue un resultado espontáneo, sino que se explica en gran medida por la activa búsqueda de inversionistas por parte del Estado, lo cual siempre ha ido de la mano con brindarles facilidades fiscales, territoriales y de infraestructura. Actualmente, la mayor parte de los grandes establecimientos son precisamente de origen nacional o internacional. Algunos de los nombres que saltan a la vista en esta ciudad son Ormex, Dypaq, Empaques Nova, Herdez, Dondé, Air Temp, Bachoco, Empaques Nova, HBS Deli, Falco Electronics, Kekén, Milsco, Holcim, Ureblock e ICA.


El desarrollo industrial de este municipio, que tan jugosas ganancias ha dejado a la burguesía, no podía quedarse fuera de un proyecto tan ambicioso como el Tren Maya. Sus rieles pasarán por las localidades de Poxilá, de Xtepén, de Tebec y algunas otras. Otro gran proyecto en Umán será el aeropuerto que se instalará en antiguos terrenos ejidales de Poxilá, ahora propiedad del burgués José Antonio Loret de Mola Gómory.


El abandono del campo de las últimas décadas ha dejado paso libre a la venta de tierras ejidales, caídas en desuso en su mayoría. Ahí donde la tierra se ha vuelto una propiedad obsoleta, se puede empuñar un fajo de billetes en lugar de un arma para despojar al ejidatario de lo que lo definía en cuanto tal —aunque claro que la violencia y las amenazas nunca dejan de formar parte del arsenal burgués de despojo. A final de cuentas, ahí está el discurso gubernamental que inculca a los nietos de los viejos campesinos la idea de que el trabajo asalariado fabril es el camino hacia su superación. Lo que la burguesía no dice es que ese camino está plagado de precariedad y de accidentes fatales derivados de su desprecio por la vida de las obreras y obreros, tal y como la historia del capital nos lo ha demostrado en los últimos siglos.


De cualquier forma, la mayor concentración de capital y la proletarización aparejada a ella son procesos objetivos que forman parte del desarrollo de las relaciones de producción capitalistas. La clase obrera debe estar lista para hacer frente al estrangulamiento de la burguesía. Y no hay mejor forma de preparase que organizándose para defender sus intereses de clase por medio de sindicatos; esa herramienta de lucha de la cual cerca del 90% de los asalariados en México carece; esa herramienta que la burguesía le ha querido arrebatar por medio de dirigencias sindicales anti-obreras y de la represión al interior de los centros de trabajo. El cada vez más numeroso proletariado en Umán deberá aprender de las amargas lecciones que la lucha de clases ha dejado a otras proletarias y proletarios a lo largo de la historia.

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