Por Cristóbal León Campos
El próximo domingo será 1 de mayo, Día del Trabajo, una conmemoración que refiere a la importancia central de los proletarios en el mundo para la edificación de las sociedades, ya que la fuerza de trabajo de los seres humanos es la generadora de la riqueza de las sociedades que los gobiernos “administran” o debieran hacerlo a favor del bienestar colectivo. Pero la efeméride de este 2022 viene a sumarse a una ya extensa y aparentemente perpetua agonía que afrontamos en los tiempos de crisis de humanidad que vivimos.
Las condiciones de trabajo de millones de proletarios en el mundo se agudizaron a raíz de la pandemia de Covid-19 (que por cierto aún no termina), dejando -como ya hemos denunciado en varias ocasiones- a todas luces la evidencia de que desde antes de esta contingencia sanitaria la realidad de las trabajadoras y trabajadores era extrema por la falta de justicia en torno a sus derechos y a las condiciones materiales de su labor.
La explotación, pieza central en el capitalismo, se redobló incrementándose la precariedad y la pobreza, esto, junto a la violación sistemática de todos los derechos del proletariado, ya que como es bien sabido, el aumento del horario laboral sin el pago de horas extras, los despidos injustificados, el recorte los salarios con el pretexto de la “afectación a la economía” por el SARS-CoV-2, y un sinfín de anomalías que afloraron en estos más de dos años, conforman una realidad ya insoportable que requiere un cambio profundo, dando paso a la conformación de otra sociedad alejada de la desigualdad natural del capitalismo y basada en la dignidad de los seres humanos.
Carlos Marx escribió a lo largo de su vida fundamentales tesis que explican y demuestran la necesidad de la superación de la lógica capitalista impuesta sobre el trabajo, ya que la expropiación y acumulación de la riqueza que genera la propiedad privada, junto a la extracción de la plusvalía –sustento de la explotación-, son las razones centrales de las enormes brechas de desigualdad que hoy observamos. La no distribución socialmente equitativa de la riqueza y su uso para el enriquecimiento particular, son injusticias intolerables que necesariamente deben quedar atrás si buscamos una sociedad alejada de los grandes focos de pobreza y rezago que tanto gustan ser comentados por gobiernos y analistas propios del sistema, pero que nunca son resueltos.
El Primero de Mayo es un día para hacer conciencia, para reivindicar los derechos violentados del proletariado, es más que una efeméride, es un símbolo de la importancia que tiene el trabajo para el desarrollo social, siempre recordando que el trabajo no es una cuestión abstracta, sino una acción humana que debiera estar encaminada a la satisfacción de las necesidades materiales y subjetivas de todas las sociedades, por lo que la riqueza que genera conviniera ser socialmente distribuida según las necesidades particulares.
Hoy vivimos otra coyuntura fundamental para el reclamo de la dignidad de las y los trabajadores, el acomodo geopolítico por las disputas imperialistas en el mundo y por las batallas interburguesas en las naciones, ponen a las y los proletarios en una situación de gran vulnerabilidad que solo se supera con la conciencia de clase y la búsqueda de las libertades y de los derechos arrebatados. Bajo nuestra perspectiva, el tiempo del capitalismo ha quedado en el pasado, y la necesaria transformación social refiere al resurgimiento del socialismo como el camino para el bienestar de toda la humanidad.
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